Por Natacha Scherbovsky, Redacción de Revista TU VOZ, Rosario, Argentina
Luego de dos meses terminamos esta trilogía de entrevistas que comenzamos con dos jóvenes referentes del cine: la actriz y directora María Alché y el actor Nahuel Peréz Biscayart. Reconocidxs nacional e internacionalmente por sus trabajos artísticos y también por su amor y compromiso en la defensa de las artes audiovisuales, poniendo el cuerpo en marchas, festivales, sosteniendo banderas y expandiendo sus voces a través de discursos, entrevistas, conferencias de prensa.
Cerramos el ciclo teniendo una conversación maravillosa con el querido actor Leonardo Sbaraglia reconocido tanto por el pueblo argentino como iberoamericano. La charla sucedió los primeros días del mes de octubre por videollamada. Acababa de empezar el “Estudiantazo” (como le denominaron lxs propios protagonistas al movimiento docente-estudiantil que surgió luego de que el presidente argentino Javier Milei vetara la ley de Financiamiento Universitario y la Cámara de Diputados confirmara el veto ).
En esos días se tomaban universidades, lxs estudiantes salían a las calles, marchaban, realizaban clases públicas, exigían que se volviera atrás con el veto y efectivamente se hiciera eco de la necesidad urgente de un aumento significativo del presupuesto universitario.
Así transcurrió octubre, furioso, esperanzador, espejo de otro octubre estudiantil del 2019 que encendió la mecha del estallido social en Chile. La sociedad entera se puso de nuevo en movimiento aunque acá esta llama un mes más tarde está baja y los tonos de la ira en pausa.En ese contexto, con esas experiencias, emociones y sentimientos a flor de piel nos sentamos a conversar con Leo.
Esta es una narración de las impresiones que quedaron de ese encuentro. Sbaraglia sentía una profunda tristeza por lo que estaba ocurriendo desde que ganó Javier Milei la presidencia. “Es terrible todo lo que viene sucediendo en el país”, expresaba refiriéndose a cómo venía siendo atacados los campos de la cultura, las universidades, la educación.
Sentía una profunda preocupación por la batalla cultural que está librándose y los valores “libertarios” que se van afianzando poco a poco: “tener tu propia empresa” o “salvarte a vos mismo”, entre otros. Le dolía y le duele el individualismo que predomina socialmente. Acordando con el pensamiento de N. Peréz Biscayar y M. Alché, afirmaba: “nadie se va a salvar solo de nada”.
Ambxs reconocimos el malestar, la angustia y la incertidumbre de no saber cuánto tiempo va a durar el gobierno (temiendo que sean efectivamente los 4 años previstos), por eso nos detuvimos sobre los efectos del ascenso de Milei. Le consulté cómo le afectaba y remarcó el “asombro por tener que salir a defender derechos: el cine, las universidades…”, la pena por la pérdida de gestos como la solidaridad, el compañerismo y la comunidad. A su vez, se sentía hostigado porque ante cada declaración, discurso o entrevista en algún medio, gran cantidad de personas (o de trolls porque en esta era nunca se sabe) “tergiversan la información y lo atacan por “zurdo” o porque piensa de manera diferente al gobierno.
Reconocía también el papel de los medios masivos de comunicación que juegan un lugar clave ya que ahora, cuando aparece en una manifestación o defendiendo al cine argentino o a la cultura en general, tratan de “embarrarlo”, “salen a matarlo”, cuando antes no sucedía. Frente a este ataque mediático, Sbaraglia sostenía que su pensamiento no ha cambiado, sino que sigue pensando lo mismo de hace más de 25 años. Ante la pregunta sobre las políticas públicas que el INCAA ha aplicado durante este año de gestión de Carlos Pirovano, comentó que no entiende cómo los funcionarios no se dan cuenta que “nuestro cine es un orgullo, una gran industria”.
Con desazón planteaba que estaba ocurriendo el cierre prácticamente del INCAA cuando “la pelea era por una partida de 7 millones de dólares frente a, por ejemplo, España, que para la industria del cine destina partidas de ¡80 millones de euros!”. Enfatizó que 7 millones para el gobierno “¡es un vuelto!” porque además ese dinero invertido en el cine nacional luego se multiplica por 40 ó 50. Insistió en que si bien la industria del cine es cara, genera una gran cantidad de puestos de trabajo lo que es fundamental para muchas familias. “Todo eso ahora se está desmantelando”.
En cualquier caso, reconocía que estas lógicas de quita de presupuesto a entes públicos responden a una política de “achicamiento del estado”. Con cierto enojo y molestia expresaba: “de repente pareciera que el estado no importa cuando sí importa, vale y es necesario.
En Europa, la cinematografía francesa, la alemana, la italiana, cuentan con apoyo estatal. Son ejemplo de inventiva, porque supieron prolongarse a lo que requería el mercado pero sin perder la autenticidad o la cuestión autoral. Me refiero a que sigue existiendo un cine de autor muy bueno y que puede ser a la vez comercial. Esos dos mundos conviven”.
Recordamos que en la 78ª edición del Festival de San Sebastián (en septiembre de este año) María Alché y una importante cantidad de cineastas, productores, actores, actrices que presentaban sus nuevas películas -en el caso de Sbaraglia, El hombre que amaba los platos voladores, (Lerman, 2024)- asumieron una posición de denuncia frente a las políticas públicas del gobierno argentino y realizaron un acto en defensa al cine nacional (que ya hemos contando en esta serie de entrevistas).
En este sentido, quise indagar un poco más sobre qué había pasado esos días en aquella ciudad de la comunidad autónoma del País Vasco. El actor refirió que era impresionante cómo todo el mundo le preguntaba sobre el contexto político y social que estábamos viviendo en Argentina. Según su posición, lo que menos querían en ese escenario era hablar de cuestiones políticas pero no quedaba otra porque en todo momento surgía el tema. “Además éramos conscientes y estábamos preocupadxs porque en ese momento, en el festival, se presentaban varias películas argentinas y no sabemos realmente si el año que viene se presentará alguna. Es un clima muy incierto”.
Siguiendo estos pensamientos le consulté cómo caracterizaba esta tensión que el gobierno sostiene con el cine nacional, con la cultura en general, con la salud, la educación, porque ambxs entendemos que es un ataque a distintas esferas de lo público. Sbaraglia contestó lúcidamente que el problema es político, ideológico y no tanto económico. Porque desmantelar universidades, teniendo en cuenta lo que acontecía en aquellas semanas, “era meramente ideológico, porque se cree que son un ‘reducto de zurdos’. Que en las universidades, en la cultura, en el cine estamos ‘los zurdos’”.
Este uso despectivo, peyorativo del término, que vuelve a nombrar, a estigmatizar a ciertos sujetxs de ese modo, lo entendía también como una cuestión de venganza. “Como si quisieran volver al 1800 y destruir las conquistas que hemos logrado en todo el siglo XX”; además señaló que este avance de la derecha o la ultraderecha se enmarca en un contexto internacional tanto en Europa como en EEUU.
Me pareció relevante reparar sobre las implicancias que podría traer esta construcción discursiva de “los zurdos” que impone la ultraderecha. Según su perspectiva, tenía varios efectos: “el riesgo de perder la perspectiva histórica porque en Europa, por ejemplo, se deja de hablar de la Segunda Guerra Mundial o de la Guerra Civil Española y acá en Argentina o en América Latina de las dictaduras”.
A su vez, “atraviesa las subjetividades porque instalan en la gente la idea del emprendedurismo, me refiero a esta idea de que podés ser tu propio jefe y eso te va a salvar cuando es una gran mentira. Se busca destruir el pensamiento solidario, colectivo”.
En este momento de la conversación comentó que estaba leyendo un libro de Eric Sadin, La era del individuo tirano (2022), para tratar de entender mejor este discurso y cómo se expande. De hecho trajo el ejemplar, me mostró las marcas y subrayados de su lectura que daban cuenta de su preocupación, su insistencia en conocer, desentrañar, comprender lo que está sucediendo.
Como hizo referencia varias veces a los valores colectivos que estaban “perdiéndose” en este contexto cruel e individualista, recordé los sentidos y las ideas puestas en juego en la Caballos Salvajes (Piñeyro, 1995). Justamente cuando se estrenó el film, estábamos en la mitad de la década menemista, dominaban aquellos valores: individualismo, exitismo personal, el mundo de las finanzas, la especulación, la codicia, la meritocracia (que luego se recreó en el gobierno macrista) según la cual si unx se esfuerza podrá obtener grandes logros como si sólo dependiera de una persona, de su capacidad o “talento” como sostiene cada vez que puede y agarra un micrófono el director del INCAA, además de burlarse de lo que le provoca ver películas que no tienen tanto público, o considerar TORTURA ver un continuado de películas independientes.
Como si lo que sucede personalmente no fuera resultado de lo que acontece socialmente, de las condiciones de vida en que se encuentran/nacen/experimentan las personas y de las posibilidades de acceso o no a diferentes oportunidades. Recordamos, entonces, los personajes de Pedro (joven trabajador “yuppie” de una financiera interpretado por Sbaraglia) y José (“viejo”, jubilado”, anarquista, que encarnaba Héctor Alterio) quienes representaban estas diferentes perspectivas político-ideológicas.
Lo primero que expresó Leo fue: “¡Qué linda película Caballos Salvajes!” y sonrió. Luego agregó: “tenía un gran guión de Aida Bortnik y después Marcelo (Piñeyro) era un tipo muy lúcido”. Explicó con mayor detalle, “en esa película primero se intentaba acercar a dos generaciones que habían quedado separadas por la dictadura. Un pibe de 23 años y un adulto de 70. Y después estaba toda esa cosa colectiva, solidaria, que se daba entre los personajes cuando iban recorriendo el sur escapando de los tipos que los querían matar”.
Para Sbaraglia fue una película muy importante, porque representaba otros valores. A través del personaje que interpretaba Héctor Alterio, por ejemplo, volvían a surgir aquellos principios éticos que parecían socavados. Habían pasado 11 años del final de la última dictadura cívico- militar y la película se estrenó en ese contexto ardiente de plenos años ‘90 y “era una crítica a todo ese sistema social que vivíamos”.
Compartimos lo que sentíamos ambos respecto al film. Le comenté que era muy importante también en mi vida, que la había visto cuando tenía 11 años en un cine del centro de Mendoza (ciudad en la que nací). Mi mamá había preguntado si podía verla porque era calificada para mayores de 13 años pero como estaba teniendo una alta recepción y muchas personas estaban yendo al cine quería compartirla conmigo y finalmente fuimos juntas. Recuerdo hasta el día de hoy las puertas del cine con los afiches en rojo y negro y las palabras que formaban el nombre de la película.
También le confesé que cada vez que siento que todo está perdido la vuelvo a ver porque me recuerda que todavía se pueden crear lazos de amistad, de amor, de cariño, de comunidad cuando la sociedad parece arrasada y en ruinas. Volver a ver Caballos Salvajes es un “cable a tierra” como cantaría Fito Paez para reconectarme y de algún modo volver a esperanzarse con que ¡vale la pena estar viva! como grita José sobre un cerro rodeado de un bello lago azul en esa escena icónica del cine argentino.
Leo escuchaba atentamente y empatizando comentó: “es muy necesaria la esperanza”. Entonces aprovechamos para conversar como hicimos con N. Peréz Biscayart y con M. Alché de ese tema. Le pregunté en dónde encontraba la esperanza, en qué espacios. Respiró, pensó y dijo: “en el arte siempre. En el teatro, en el cine, en la poesía, en el canto”. Recordó que días atrás había escuchado a Norman Briski (actor legendario) sostener con firmeza que si cerraban los teatros iban a tener que salir a actuar en las calles nuevamente.
En esa línea señaló que respecto al cine creía lo mismo. “Si no vamos a tener más financiamiento, vamos a tener que arreglarnosla, pero no hay que dejar de filmar. Adolfo Aristaraín decía no hay que pelear por el cine hay que pelear por el país. Eso me parece que es clave”.
Persistí un poco más y le consulté ¿en qué películas te parece se expresa hoy la esperanza? Y contestó en varias. A vuelo de pájaro hizo una lista para tener en cuenta: La fábrica de nada (Pinho, 2017) película portuguesa. El Triunfo (Courcol, 2020) película francesa. En Argentina en la serie Porno y helado (Piroyansky, 2022- 2024) porque encontraba esperanza en las acciones y actitudes del grupo de amigxs que cuando algunx de los personajes es maltratadx o le hacen bullying, lxs otrxs reaccionan, lo defienden y deciden no ir más a lugares en lxs que no puedan entrar todxs.
Comentaba: “lxs pibes se acompañan, son solidarios, están juntxs. También veo esperanza en Los delincuentes (Moreno, 2023) en eso de salir del sistema, de correrse, en la necesidad de buscar la libertad por fuera de un orden establecido. Y en Puán (Alché y Neishtat, 2023)”. Valoraba la percepción de María Alché, que escribió el guión, el cual le resultó alucinante. Según su perspectiva, se adelantó mucho tiempo porque la película la habían filmado en 2022 y en ese mes estaba sucediendo algo similar.
En esa película, para Sbaraglia había un entramado colectivo, solidario que le resultaba interesante. Sobre todo poner en imágenes volver a estar en las calles como lugares de lucha.Nos despedimos con un cálido saludo. Agradecí el enorme placer de escucharlo, e intercambiar miradas.
También su sensibilidad y el deseo de seguir luchando desde su lugar como actor, desde su oficio, para que la realidad cambie, intentando hacer acciones, películas, discutiendo, poniendo el cuerpo como hizo cuando el cine Gaumont (cine INCAA, ubicado en CABA, Argentina) corrió riesgo de ser cerrado (en marzo de este año). Sbaraglia ocupó la calle, con otrxs actores, actrices, directorxs, técnixs, investigadorxs, todo el ecosistema del mundo del cine peleando, resistiendo, frente a la tremenda represión que el gobierno de la ciudad de Bs. As. desató contra todo el sector. Estuvo ahí, presente, siempre, una vez más.
Leonardo Sbargalia, actor de trayectoria, reconocido por su larga carrera en cine tanto Argentina como en España. Ha trabajado en series de televisión y en obras de teatro. Recordado por sus inolvidables actuaciones en La noche de los lápices (Olivera, 1986), Caballos Salvajes (Piñeyro, 1995), Cenizas del paraíso (Piñeyro, 1997), Plata Quemada (Piñeyro, 2000), Intacto (Fresndillo, 2001), Ámame (Puig, 2006), Salvador (Puig, 2006), El corredor nocturno (Herrero, 2009), Relatos salvajes (Szifrón, 2014), El otro hermano (Caetano, 2017) Dolor y gloria, (Almodóvar, 2019), Puán (Alché y Neishtat, 2023) El hombre que amaba los platos voladores (Lerman, 2024), entre muchas otras.
Principales premios Premios Goya (España):
1 premio 3 nominaciones2020. Mejor actor de reparto Dolor y gloria2007 Mejor actor de reparto Salvador (Puig Antich)2002 Mejor actor revelación Intacto Ganador/a
Premios Sur (Argentina):
2 premios 8 nominaciones; 2023 Mejor actor de reparto Puan Ganador/a; 2022 Mejor actor El gerente; 2021 Mejor actor Ámame Ganador/a; 2017 Mejor actor El otro hermano; 2016 Mejor actor Al final del túnel; 2014 Mejor actor Relatos salvajes; 2010 Mejor actor Sin retorno; 2009 Mejor actor Las viudas de los jueves
Premios Platino del Cine Iberoamericano:
2 nominaciones; 2024 Mejor actor de reparto Puan; 2015 Mejor actor Relatos salvajes.
Festival de Málaga:
2 premios 2 nominaciones; 2022 Mejor actor Ámame Ganador/a; 2017 Mejor actor El otro hermano Ganador/a
Premios Feroz:
1 nominación; 2020 Mejor actor de reparto Dolor y gloria
Premios Fénix del Cine Iberoamericano
1 nominación; 2017 Mejor actor El otro hermano