Por Natacha Scherbovsky, Redacción de Revista TU VOZ, Rosario, Argentina
Entrevista a Mario Bortolotto, Ingeniero electrónico, militante de “Poder Popular” (organización ecosocialista, feminista y anticapitalista), miembro de la comisión directiva de COAD (sindicato de docentes universitarios e investigadores de la Universidad Nacional de Rosario).
Natacha Scherbovsky :Buen día Mario: Antes que nada gracias por estar, por luchar, por poner el cuerpo en este momento tan complicado que vivimos como país. Me gustaría empezar preguntándote desde tu mirada como docente universitario, miembro de la actual conducción del gremio de docentes de COAD y militante de “Poder Popular” ¿Cómo estás viviendo estos ocho meses desde que ganó Milei? Tanto a nivel docente como militante político.
Mario Bortolotto. «No puedo dejar de señalar que, desde antes de las elecciones, ya habíamos analizado lo que Milei representaba como corriente política en ascenso. Su propuesta no era otra cosa que una reacción conservadora y autoritaria ante la crisis capitalista. El objetivo de su proyecto estaba claro: aplastar la organización popular y de la clase trabajadora en todos sus frentes. Por eso, la llegada de su espacio al poder ejecutivo fue para nosotros una noticia profundamente triste y preocupante.
Desde las primeras medidas en diciembre, con el brutal ajuste y la devaluación, quedó plenamente confirmado que nuestro análisis no había fallado. Comprendimos rápidamente que venía a implementar una «terapia de choque» económica, como la que Milton Friedman y los Chicago Boys aplicaron en Chile durante la dictadura de Pinochet.
Aunque las realidades temporales y sociales son distintas, el objetivo es el mismo: destruir cualquier forma de resistencia, protesta o disidencia para ejecutar una reestructuración capitalista que fortalezca al gran capital, sobre todo aquel vinculado a los negocios transnacionales, y aniquilar el movimiento obrero, popular y los movimientos sociales en general.
Como militante, me preparé para esta posibilidad y acepté el desafío. Sin embargo, esto no significa que no me afecte en lo personal. La resistencia conlleva un desgaste, y eso tiene repercusiones en todos los planos de la vida. Sufrimos el deterioro de nuestras condiciones materiales, nuestra salud se resiente, el entorno social se vuelve cada vez más difícil y la mente debe lidiar con todo ello.
Esto genera un desgaste significativo.A pesar de todo, es crucial que en la lucha colectiva encontremos la fuerza, el ánimo y la templanza para resistir el embate. No podemos permitir una derrota de largo plazo, porque ahí es donde reside el verdadero objetivo de esta nueva ofensiva inhumana que representa Milei y la plutocracia que lo respalda».
N.S. : Totalmente, muy cierto y coincide con lo que comentás. Por eso en relación a tu análisis, ¿por qué pensás que existe tanta desmovilización y desánimo entre compañerxs que en otros contextos han estado presentes en las luchas? Me refiero a luchas por la educación pública, por los derechos de las mujeres y disidencias, o cuando se atacan consensos sociales que creo (o creía hasta hace poco, ahora realmente dudo) como la política de DDHH y cárcel a los genocidas, como sucedió en el caso del 2×1 durante el gobierno de Mauricio Macri (2015-2019).
M.B. «Creo que la desmovilización y el desánimo que vemos hoy entre compañerxs responde a varios factores. En primer lugar, hay un desgaste acumulado de años de lucha en un contexto de crisis económica y social que no da respiro. El ajuste permanente, la inflación descontrolada y el deterioro de las condiciones de vida generan un agotamiento emocional y físico en muchas personas.
Cuando vivís en una situación de supervivencia constante, cuesta mucho encontrar las energías para sostener la militancia o participar activamente en las luchas. En segundo lugar, lo que mencioné antes sobre una propuesta política que se basa en una estrategia audaz de la ultraderecha de aplicar la “terapia de choque”, que ha sido aplicada en diversas experiencias y que en el libro de Naomí Klein: “La Doctrina de Shock.
El Capitalismo de Catástrofe”, recupera a modo de buscar una síntesis de cuáles son las ideas en las que se fundan, que coinciden con muchos de los autores ideológicos que nutren la visión del actual presidente y su séquito. Por otro lado, la llegada de Milei al poder, con su discurso agresivo y su ataque directo a derechos conquistados, ha sembrado una sensación de desesperanza. Es como si de repente todo por lo que se ha peleado durante años, en términos de derechos laborales, sociales y de género, estuviera en riesgo de ser barrido.
En lugar de sentir que avanzamos, se vive la sensación de un retroceso constante, y eso golpea fuerte en el ánimo colectivo. En el pasado, cuando enfrentamos ataques a los derechos humanos como el 2×1 durante el gobierno de Macri, o cuando salimos a las calles por el Día de la Mujer y por los derechos de las disidencias, había una convicción compartida de que podíamos frenar esas medidas, que había un consenso social amplio para defender esas conquistas.
Hoy, con el avance de ideas de ultraderecha y discursos que legitiman la violencia y el odio, parece que esos consensos ya no están tan claros. Eso genera miedo y parálisis en muchas personas.Aun así, creo que la desmovilización es temporal. La historia nos ha demostrado que las luchas nunca desaparecen, sino que atraviesan momentos de mayor o menor intensidad.
Hoy el desafío es encontrar nuevas formas de organización y resistencia, reconectar con la comunidad y revitalizar espacios de lucha que en otros contextos fueron tan potentes. A pesar del contexto adverso, seguimos teniendo ejemplos de resistencia, y ahí es donde debemos apoyarnos para seguir adelante».
N.S.Claro, si perdemos la esperanza y no resistimos, no podemos vivir ni seguir adelante como militantes y luchadores sociales. De acuerdo con esto ¿Qué es lo que te parece que ha calado tan a fondo este gobierno en los sujetos sociales diversos para que hoy estemos de nuevo viendo represiones a un sector social como son lxs jubilados y que ya llevamos tres semanas de jornadas en las cuales lxs jubilados se movilizan, reclaman por aumento de pensiones, y son brutalmente reprimidxs?
Me impresiona porque si bien es cierto que ante la aprobación de la Ley Bases en la cual quedaba contenida en su redacción y aprobación, una mayor libertad para reprimir la protesta social, hoy la Ministra de Defensa, Patricia Bullrich, ha decidido llevar adelante esa medida con todo. Te lo pregunto porque siento que pueden pasar dos cosas: una que se institucionalice esta “represión de miércoles” como sucede en Chile en donde toda manifestación termina siempre, inexorablemente, con represión de Carabineros (no importa el motivo: ya sea que distintos grupos sociales estén marchando por actos conmemorativos como el 8 de marzo, el 1º de mayo, el 11 de septiembre o en disconformidad con una medida de algún gobierno). Siempre llegan con camiones hidrantes. Entonces en algún punto ya todxs “sabemos” que vamos a una marcha en donde termina con el mismo final. Aunque se escribe y se intenta poner un escenario para poder llegar y leer el comunicado, se sabe que lo más probable es que eso no suceda porque parece una obra de teatro en donde lxs manifestantes toman las calles, marchan, son reprimidxs y así termina la obra.
M.B » Lo que ha calado en este gobierno es una visión profundamente autoritaria que no solo desprecia los derechos sociales y laborales, sino que ve cualquier expresión de descontento como una amenaza que debe ser sofocada con violencia. En ese sentido, me preocupa que estemos frente a una estrategia de «disuasión preventiva», donde la represión no solo busca acallar una protesta específica, sino desmotivar a la sociedad en su conjunto para que ni siquiera consideren manifestarse.Y en cuanto a lo que mencionás de Chile, es una comparación pertinente.
En ese país, ya que se pretende institucionalizar una especie de «teatro de la represión», donde las manifestaciones populares terminan siempre con violencia estatal, casi como un ritual que se repite. Lo grave es que, con el paso del tiempo, las personas empiezan a asumir que la represión es inevitable, y eso genera un desgaste en la capacidad de movilización. Es un círculo vicioso en el que el gobierno utiliza la represión no sólo para controlar la protesta, sino para desactivar el derecho a la protesta misma.
Es una de las claves que intentar instalar. Son lógicas estatales-represivas que ya se aplican en muchos países. Los regímenes instalados por los gobiernos de Israel, Turquía, incluso ahora asoman en partes de Europa y EEUU, ya podemos ver cómo se aplica de manera indiscriminada. Es una característica de la crisis capitalista más general y planetaria, y que estos gobiernos ultraderechistas pretenden ser la solución a la misma, regimentado las sociedades para que se sometan sin chistar a los intereses del Capital.
Me temo que, si no actuamos pronto y con fuerza, esa misma lógica podría instalarse en nuestro país. Por eso es crucial que nos sigamos organizando, que denunciemos cada acto de represión y que resistamos colectivamente este intento de aplastar la protesta social. No podemos permitir que la represión se convierta en un elemento más del paisaje, algo que simplemente «sabemos» que va a suceder, porque eso sería una derrota no sólo en términos políticos, sino también culturales».
N.S. : Sí, más bien. Es hora de estar atentxs, en alerta y actuar. Por eso perdón que insista Mario pero me gustaría que profundicemos en estas posibilidades porque creo que tiene efectos sociales muy diferentes: ¿te parece que puede empezar a producirse esta nueva obra en donde todos los miércoles lxs jubilados salgan a la calle y sin importar nada sean brutalmente reprimidxs? O por el contrario te parece que pueden interpretarse como pequeñas chispas que van prendiendo el fuego del descontento social que se percibe, se vive, se palpa aunque muchxs no quieren decirlo, demostrarlo, aceptarlo.
M.B «Lo que está ocurriendo con lxs jubiladxs podría efectivamente desarrollarse en dos direcciones. Por un lado, existe el riesgo de que esta represión sistemática se convierta en una especie de rutina macabra, en donde cada miércoles se repite la misma escena de protesta y brutalidad, al punto de que la violencia estatal se normalice y se vea como un desenlace inevitable.
Si el gobierno continúa aplicando esta estrategia de represión como única respuesta a los reclamos sociales, es posible que muchos sectores de la sociedad comienzan a resignarse, viéndolo como parte del «teatro» que mencionamos antes. Esto, claro, sería extremadamente peligroso, porque naturalizar la represión erosiona la capacidad de movilización y apaga la chispa de la protesta.
Sin embargo, por otro lado, también veo en estas movilizaciones una potencialidad distinta. Cada vez que lxs jubiladxs salen a la calle y son reprimidos, se enciende una chispa que, aunque todavía parece aislada, podría prender un fuego mucho mayor. El descontento social está ahí, latente. Se percibe en las conversaciones cotidianas, en la creciente frustración de quienes sienten que ya no pueden más con esta situación, aunque todavía no se manifieste de manera masiva o organizada.
Hay una tensión que no se puede negar, y cada acto de represión puede funcionar como catalizador, sumando más sectores al descontento y aumentando la presión social.La historia nos enseña que las grandes movilizaciones populares a menudo comienzan con esas pequeñas chispas, con sectores específicos que, al verse tan golpeados por las políticas del gobierno, deciden dar el paso al frente.
Lxs jubiladxs, por su vulnerabilidad y su constancia en salir a las calles, podrían estar jugando un rol clave en esto. Su lucha no sólo es legítima, sino que tiene el potencial de conectar con otras luchas, de servir como ejemplo para otros sectores que también están sufriendo, pero que aún no se han movilizado de manera tan visible.
N.S: Te entiendo, todavía el escenario es muy incierto y habrá que esperar a ver cómo se desarrolla el proceso para ver cuál es el rumbo que tiene todo esto. En la misma línea, el jueves pasado en la ciudad de Santa Fe (segunda de las provincias más importantes del país en cuanto a número de habitantes y estructura productiva) se produjo una represión bastante inesperada (dentro de los márgenes que caben porque ya habían reprimido el miércoles en el Congreso de la Nación en Bs. AS.) que según lxs compañerxs de los gremios que asistieron “no la vieron venir”. Reprimieron a docentes, estatales, municipales, jubiladxs, estudiantes, militantes de partidos de izquierda quienes se habían movilizado para frenar la reforma jubilatoria en nuestra provincia. Esta reacción del gobierno de Maximiliano Pullaro en este caso (de origen radical, en sintonía con el gobierno de Milei) que responde como vimos el jueves pasado 12 de septiembre y que tenía muy claro que la reforma jubilatoria se aprobaba sí o sí sin importar los costos que tuvieran que pagar porque gasearon (tiraron gases lacrimógenos) desde adentro de la Casa de gobierno a lxs manifestantes presentes. Como vimos en las imágenes que se difundieron salía humo, era realmente una escena insólita y de película. Lo cual desde mi punto de vista, es una actitud absolutamente cobarde. Ya que estaban escondidos y con los medios para reprimir (porque la policía estaba dentro del recinto). ¿Cómo interpretas en todo caso estos diferentes hechos vinculados a un mismo tema que tiene que ver con la reforma jubilatoria en nuestro país? ¿Puede ser que esté emergiendo un nuevo ciclo de protestas?
M.B: «La represión en Santa Fe el 12 de septiembre fue un episodio alarmante que demuestra la determinación de los gobiernos provinciales y nacionales de avanzar con reformas profundamente regresivas, sin importar los costos sociales ni el nivel de violencia que deban emplear para imponerlas.
La imagen de los gases lacrimógenos saliendo desde adentro de la Casa de Gobierno es realmente insólita, una escena que revela el carácter cobarde y autoritario de quienes toman estas decisiones. Es una señal clara de que están dispuestos a todo para aprobar la reforma jubilatoria, incluso a reprimir brutalmente a quienes se atrevan a oponerse.
En este contexto, la reacción del gobierno de Pullaro no es un hecho aislado, sino parte de una estrategia coordinada que hemos visto en todo el país. En sintonía con el gobierno de Milei, están impulsando una agenda de ajuste que tiene como principal objetivo reducir derechos históricos, como los de lxs jubiladxs, y en ese camino no dudan en utilizar la represión como herramienta política.
Debemos rápidamente comprender que detrás de todo existe esa agenda coordinada y preparar la movilización frente a la hipótesis de aplicar sistemática y abiertamente la violencia institucional como forma de control y dominación. Habrá que aprender de la historia y de veteranxs de la lucha social cómo actuar de manera eficaz para neutralizar ésa política.
En esa línea de pensamiento, no sólo hay que trabajar política e ideológicamente sobre quienes están más dispuestxs a luchar sino sobre la retaguardia, quiénes sirven de apoyo moral y emocional para bancar la pelea. La historia advierte que las derrotas se dan primero sobre la retaguardia.
N.S: Estamos todo el tiempo pensando hasta cuándo el pueblo aguantará que siga siendo humillado, maltratado, ajustando sus salarios, destruyendo derechos políticos, sociales, económicos por este gobierno fascista o ulta derecha, pero no sabemos cuál será ese momento límite realmente. ¿Te parece que también puede sumar en esta escalada de protesta la última noticia que implica la aprobación por parte del Congreso de una partida de emergencia para las universidades porque no sólo el presupuesto se redujo sino que no están llegando a pagar sueldos, a cubrir necesidades básicas dentro de una facultad como que haya luz, gas, que funcionen los ascensores (para personas discapacitadas, personas mayores o cualquiera que ese dia esta cansada y no quiere subir tres o cuatro pisos)? ¿Podés contarnos cómo ves el problema que está viviendo el sistema de educación universitario? ¿Cómo lo están viviendo también en lo más cotidiano? No sólo me interesa que nos narres tu análisis más general y político sino también cómo te afecta concretamente en tu vida diaria.
M.B: » El sistema de educación universitario está atravesando una crisis profunda, y no es algo que solo podamos analizar desde lo político o estructural, sino que tiene un impacto directo en el día a día de quienes somos parte de este sistema. La falta de financiamiento adecuado, los constantes ajustes, y las políticas de precarización han llevado a que las universidades estén funcionando con lo mínimo, y eso se siente en todos los niveles. Ya son 8 años y 8 meses de ajuste presupuestario. Principalmente en lo salarial, y que se agudizó con el gobierno de Milei, porque la pérdida de poder adquisitivo es la misma que la sufrida en 8 años anteriores en dos gobiernos completos diferentes.
Obviamente, la comparación es con el ajuste sufrido con Macri, porque ya hemos perdido lo mismo que aquel gobierno pero a una velocidad 8 veces superior. Eso lo hemos relevado desde el Laboratorio Salarial de la Docencia Universitaria que desde 2021 venimos trabajando de manera voluntaria para hacer un seguimiento preciso de la evolución salarial versus la inflación.
En lo personal, como docente, lo vivo a diario. Los recursos son cada vez más escasos, desde la falta de materiales hasta la infraestructura deteriorada, y eso impacta directamente en la calidad/capacidad educativa. Nos encontramos dando clases en condiciones que son realmente precarias para una universidad pública, con aulas que no tienen calefacción en invierno o que se son un infierno en verano, sin presupuesto para actualizar laboratorios de ensayos e informáticos, como bibliotecas o distintos equipamiento tecnológicos que son esenciales hoy en día para una formación de calidad.
Esto genera una enorme frustración, porque uno sabe que está trabajando en un contexto que no permite desarrollar todo el potencial que podrían tener lxs estudiantes y desplegar al máximo la función docente y de investigación que también realizamos. Esto sin tener en cuenta la falta de presupuesto para el trabajo de extensión donde se trabaja directamente en las comunidades asistiendo o apoyando iniciativas que aportan directamente en beneficio de barrios y proyectos socioproductivos, socioculturales y sociosanitarios.
Además, en lo cotidiano, la situación salarial es otro gran problema. Lxs docentes universitarios estamos cada vez más precarizados, con sueldos que no alcanzan para cubrir el costo de vida y sin una recomposición salarial acorde a la inflación. Esto genera un desgaste enorme, porque más allá del esfuerzo que hacemos por amor a la educación y a nuestro trabajo, es imposible no sentir el impacto en nuestra vida personal.
El hecho de tener que vivir mes a mes con la incertidumbre de si el sueldo va a alcanzar para pagar las cuentas, y muchas veces tener que tomar trabajos adicionales para llegar a fin de mes, afecta profundamente el ánimo y la capacidad de mantener una dedicación plena a la docencia.Además, el ajuste también se refleja en la vida cotidiana dentro de la universidad. Los recortes no solo afectan a lxs docentes, sino también a lxs estudiantes, que cada vez tienen menos acceso a becas, ayudas económicas y servicios que son esenciales para sostener su trayectoria educativa.
Muchas veces veo cómo estudiantes tienen que dejar sus estudios o reducir su carga horaria porque no pueden costear el transporte, los materiales, o porque necesitan trabajar más horas para sostenerse. Eso genera un sentimiento de impotencia, porque la universidad pública debería ser un espacio donde todas las personas puedan acceder a la educación sin estas barreras.
Por otro lado, también está el desgaste emocional que implica esta lucha constante. Vivir en un contexto donde no solo tenemos que enseñar o investigar, sino también estar permanentemente movilizadxs y en alerta para defender el derecho a la universidad pública, genera una carga adicional. A nivel personal, esto afecta mucho, porque uno no tiene tregua, siempre está en la dualidad entre resistir y tratar de cumplir con las tareas diarias. Ese desgaste, tanto físico como emocional, es algo que siento que todxs lxs que estamos en la educación universitaria vivimos hoy en día.
N.S: Por último ¿pensas que el paro propuesto por las Federaciones y el Consejo Interuniversitario Nacional aparentemente para el 26 y 27 de septiembre y la movilización para el 2 de octubre pueden ser tan masiva como fue la del pasado 23 de abril? Porque en esa marcha nos reunimos todxs: rectores de universidades nacionales, decanxs, docentes, estudiantes, graduadxs, diferentes movimientos sociales, sectores independientes. Realmente fue una marcha histórica en todo el país porque afecta uno de nuestros valores irrenunciables como es el derecho a la educación pública, gratuita, laica y de calidad. ¿Te parece que el agua que ha corrido en estos ocho meses de gobierno, en donde muchxs pibxs ya dejaron la universidad, muchxs docentes están agotadísimxs como contabas recién, laburando mil horas porque el sueldo no alcanza, y en general el desgaste social que hemos vivido y que hemos conversado en esta entrevista, de todos modos, podrá ser dejado de lado y tomar las grandes avenidas, las grandes calles del país y salir todxs juntxs en unidad a marchar?
M. B.: «Es difícil predecir si las próximas movilizaciones alcanzarán la magnitud de la histórica marcha del 23 de abril, pero creo que hay razones para pensar que sí pueden ser masivas. La situación actual es extremadamente crítica, y aunque el desgaste social es evidente, ese mismo desgaste puede ser el combustible que impulse una nueva ola de participación masiva. El derecho a la educación pública, gratuita y de calidad es un valor profundamente arraigado en nuestra sociedad, y cualquier ataque a ese derecho despierta una reacción fuerte, no solo en el ámbito universitario sino en amplios sectores de la sociedad.Es cierto que los últimos ocho meses han sido devastadores para muchxs de nosotrxs.
Sin embargo, este cansancio puede volverse un punto de inflexión: cuando no se puede más, se toma conciencia de que la única salida es la lucha colectiva.Lo que fue clave en la marcha del 23 de abril fue la unidad de todos los sectores involucrados: rectorxs, decanxs, docentes, estudiantes, graduadxs, movimientos sociales, y sectores independientes.
Esa unidad no ha desaparecido, y de hecho, las políticas de ajuste del gobierno actual han profundizado el malestar en cada uno de estos sectores. No se trata solo de una cuestión salarial, sino de defender la propia existencia de la universidad pública. Esta causa sigue siendo un punto de encuentro, y creo que esa unidad puede volver a manifestarse el 2 de octubre. También es importante recordar que en momentos de crisis tan profundas como la actual, las movilizaciones no solo se miden por la cantidad de personas en la calle, sino por el nivel de conciencia y la radicalidad de quienes participan. Incluso si no se alcanza el número exacto de la marcha del 23 de abril, el contexto actual puede hacer que las movilizaciones sean más intensas, más determinadas, y con un mensaje aún más fuerte.
En estos meses, el descontento ha crecido, y si bien muchxs están agotadxs, el riesgo de perder la universidad pública y el derecho a la educación puede ser el catalizador para una nueva movilización masiva. Por último, la coyuntura actual, con una ofensiva brutal contra derechos básicos, puede generar una nueva ola de unidad. La universidad pública es una bandera que cruza transversalmente a todos los sectores, y creo que esa conciencia sigue viva.
Lo que necesitamos ahora es poder canalizar ese malestar en una lucha organizada, que no solo se exprese en las calles el 2 de octubre, sino que logre sostenerse en el tiempo. Si lo logramos, podríamos estar ante una nueva etapa de resistencia que sea incluso más amplia y sostenida que la del 23 de abril. Además esa empatía social sobre la causa es un punto de encuentro para canalizar otras necesidades, y por ello encuentran un punto de confluencia positivo para la lucha en general contra éstos programas antipopulares neoliberales.
N.S.: Gracias Mario, un placer como siempre escucharte, leerte, compartir la vida como amigxs y compañerxs de militancias desde hace muchísimos años. Un abrazo.