Por Miguel Angel Ferrís Gil. Activista social valenciano residente en París, Redacción de Revista TU VOZ.
Un manto de incredulidad, tristeza y sentimientos solidarios han impedido en los primeros días hacerse las necesarias preguntas sobre lo ocurrido y abordar las consecuencias y responsabilidades que de ello se derivan.
«En Valencia los puentes de la solidaridad cruzan la riada del mal gobierno. Las trágicas imágenes de la devastación en la zona cero de las localidades valencianas del sur de la capital han recorrido las portadas de los diarios y abierto los informativos de medio mundo».
Es en las circunstancias extremas en las que se transluce la verdadera radiografía de una sociedad.
La actuación de quienes dicen ejercer el poder político, de quienes detentan las decisiones económicas, de los medios de comunicación que cumplen o no su necesaria función social, del papel asignado a las fuerzas de seguridad y al ejército nacional, todo ello ha quedado en entredicho, creando una brecha de desconfianza en donde la rabia y la impotencia por el abandono institucional y el cúmulo de errores, están siendo aprovechadas por una ultraderecha local y mundial que vive de los estercoleros de la historia.
Cuando se promueve el negacionismo más lesivo, ya sea sanitario, climático, histórico o político, y se cuenta con la complicidad de las grandes empresas comunicativas y de las Redes Sociales para crear y difundir un relato alternativo de los hechos, la realidad y la verdad cruda y descarnada quedan sepultadas bajo toneladas de incompetencia, infamia y desinformación.
El objetivo está claro, crear una confusión generalizada que impida que la ciudadanía exija respuestas a los interrogantes que tanto dentro como fuera de España anidan en las mentes y los corazones de la gran mayoría: ¿Cómo ha sido posible un efecto tan devastador?, ¿por qué no funcionaron las alarmas y los planes de emergencia?, ¿quiénes estaban al mando de la coordinación ante la crisis desatada?, ¿por qué se rechazaron las ayudas y equipos de rescate en los primeros días?
El País Valenciano es un pueblo que durante ocho años de gobiernos progresistas había sido rescatado de un pasado reciente de veinte años de gobiernos conservadores, que convirtieron a Valencia en la capital europea de la corrupción y el despilfarro del dinero público.
Se logró cambiar las lógicas de la derecha que defendían “deuda pública, beneficios privados”, se eliminó el saqueo de las finanzas autonómicas y locales, se revirtieron los procesos de privatización en la sanidad y la educación, se aumentaron todas las partidas y políticas sociales que habían sido recortadas por el Partido Popular tras la recesión del 2008, la economía y creación de empleo progresaron al ritmo de las mejoras del mercado laboral y de los sectores productivos nacionales, se crearon mecanismos de transparencia para una mejor gobernanza y participación ciudadana y, en definitiva, se devolvió al Pueblo su condición de ciudadanía empoderada para encarar un futuro más justo y sostenible.
Hace un par de años, sin embargo, se desató una persecución de las izquierdas plurales y especialmente las de vocación más transformadora. Se puso en cuestión todo lo conseguido, pretendiendo una involución que permitiera el regreso de las recetas neoliberales ya fracasadas y el injerto en el tejido institucional de las consignas más nocivas de la ultraderecha, abriendo paso a su “relato cultural” distópico: subvención de la tauromaquia, demonización de las políticas de género e igualdad, negacionismo ambiental, criminalización de la inmigración y la diversidad cultural, defensa de los privilegios de la iglesia católica, patrioterismo excluyente y negación de la doble identidad y del bilingüismo valenciano.
En esa fase de Lawfare, emprendida por las élites conservadoras y las tramas negras internacionales, que continúan acosando al día de hoy a las y los políticos que defienden los intereses de las mayorías, la derecha valenciana se propuso la muerte política de su enemiga pública número uno, la vicepresidenta Mónica Oltra.
Tras ser demandada y arrastrada por los Tribunales sin pruebas por las asociaciones de la galaxia fascista, y cuando obtuvo una sentencia exculpatoria, sus palabras -que ahora resuenan en las redes solidarias valencianas- fueron: “El PP es más peligroso por inútil que por corrupto”.En la tarde del mismo martes, dia D de la desgracia, el presidente de la Generalitat Valenciana, Carlos Mazón, comparecía ante los medios para contradecir, sin datos y en contra de todos los pronósticos de las Agencias Metereológicas y los expertos, la llegada de la DANA a Valencia. Con toda desfachatez desviaba, “según sus informes”, la temida descarga de la misma hacia la Comunidad de Castilla-La Mancha, gobernada por el partido de Pedro Sánchez.
Esa irracional competencia política y territorial, el resguardo de su propia imagen pública de falsa seguridad y control de la situación y los intereses del potente sector empresarial y especialmente hostelero- ante un puente vacacional que reportaría grandes beneficios y que nadie podía entorpecer, fueron los elementos necesarios para desatar una mentira perfecta, que tan sólo fue des-mentida por la innegable y lamentable realidad de los hechos.
Siguiendo el refrán periodístico de “no dejes que la realidad te estropee una buena noticia”, el presidente valenciano salvaguardó sus intereses cercanos a costa de la vida y el futuro de las poblaciones del sur de la capital, en su mayoría inmigrante y de clase trabajadora.
Frente a toda esta inmundicia e incapacidad institucional demostrada, decenas de miles de valencianos -y entre ellos muchos jóvenes que recibieron in situ su verdadero bautismo de fuego ante la dureza del panorama contemplado-, cruzaban los “Puentes de la Solidaridad” que atraviesan la frontera sur de la ciudad y la separan actualmente de un auténtico escenario de guerra.
Una población salvada in extremis gracias al nuevo cauce del rio Turia, construido en los años 60 para evitar una nueva y mortal riada.
Las palabras de la consejera de turismo, Nuria Montes, rechazando la colaboración ciudadana y la inquietud de las familias por sus víctimas, “Las familias, en el mejor lugar donde pueden esperar las noticias de sus familiares, es en sus domicilios”, no dejaron duda alguna del enroque y persistencia en las posiciones inhumanas del partido conservador.
Una autoridad, cuyo cargo precedente había sido el de secretaria general de la Patronal de la Hostelería y el Turismo valencianos, y que al parecer tan sólo defendía los intereses de su partido y sector empresarial y no los de su pueblo.
Afortunadamente la imagen icónica que se difundió en los noticieros de todo el mundo fue la de la riada de voluntarios que llegaron a socorrer a la población abandonada y que siguen de forma autogestionaria ayudando a reconstruir las calles y aliviar a su población.
El silencio institucional y de unos medios locales, cuya cuenta de resultados depende de los favores políticos de los distintos gobiernos regional y provinciales del PP, no pueden ya ocultar la magnitud de la tragedia: cerca de 300 cuerpos recuperados y 1500 desaparecidos. Se vienen días muy duros, cuando el funcionamiento de lo básico y la atención a las familias se haya asegurado, en los que los testimonios de las víctimas (más de 350.000 habitantes en las zonas afectadas y 80 localidades) expresarán su dolor y relato, y en cuanto se produzcan los multitudinarios entierros en las numerosas localidades de la comarca anegada. Tan sólo en la localidad de Paiporta se contabilizan más de 70 muertos.
Este sábado próximo día 9 de noviembre la ciudadanía se ha convocado en Valencia para canalizar su protesta exigiendo la dimisión del presidente Mazón y la caída del gobierno de irresponsables que la ceguera electoral y los poderes fácticos pusieron al mando de una sala de mando en la que nadie asume sus funciones. “De aquellos polvos, estos lodos” como dice el refrán, nunca más cierto que ahora.
En el fondo, la imagen que la tragedia ha dejado al descubierto en Valencia no es más que la de una sociedad enajenada, en la que se han cedido los intereses comunes a quienes ya detentaban todos los privilegios y que camina hacia un futuro turbulento que ignora las serias amenazas del Cambio Climático en marcha y de un modelo de crecimiento ilimitado, bañado en la lógica de un Capitalismo de fantasía, depredador de riquezas y demoledor de la cohesión social.
En realidad, como dice nuestra consigna, que ahora cínicamente pretenden usurpar las redes agitadoras de la ultraderecha, “Solo el Pueblo salva al Pueblo”. En Valencia se ha mostrado esta realidad. Nuestro apoyo desde aquí para tan gran demostración de entereza.