Por Jesús Rivero, Rosario, Argentina
África ha sido el basurero del sistema capitalista, desde el inicio del mismo, el presente no es la excepción.
El escenario pospandémico ha tenido un gran impacto sobre la realidad efectiva del continente africano. Hasta no hace mucho las previsiones y discursos internacionales sobre esta región eran optimistas. En el plano económico algunas de las economías del mundo que crecieron más rápido y de forma constante eran africanas como Angola, Nigeria, Etiopía y Ruanda. Al inicio de la década de 2010, también se imaginaba un aparente descenso del número de conflictos armados.
En 2013 la Unión Africana en el contexto de la conmemoración de los 50 años de la antigua Organización para la Unidad Africana, presentaba su flamante “agenda 2063″ un conjunto de medidas y objetivos que dibujaban a cinco décadas vista un continente libre de pobreza (una utopía), económicamente más integrado, políticamente capaz de minimizar la presencia e impacto de la violencia armada y culturalmente anclado en valores de un nuevo panafricanismo que aspiraba a dejar atrás las dependencias de las potencias.
Todos estos vientos de cambio que se instalaban en el imaginario social, cayeron de la escena, ya que a nivel global coexistian con otras tendencias, es decir, determinantes geopolíticos que dibujaban un continente complejo y hacían que África caminara en diferentes direcciones, sin rumbo propio, nada nuevo.
El lidiar con la pandemia y sus efectos supuso no sólo para el continente africano sino para la realidad global un punto de inflexión.
África pudo hacerle frente a la primera ola de covid-19, el papel del Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades un organismo creado en el seno de la UA tras la crisis provocada por la epidemia del Ébola que afectó a varios países de África Occidental entre 2014 y 2016, fue crucial al respecto. Pero más allá de la gestión exitosa que la AU logró en esta primera fase de la pandemia el continente africano ha quedado atrapado en la geopolítica internacional.
Si bien los estragos humanos causados por el covid-19 fueron limitados, no así los económicos, es decir políticos por ende sociales.
Estos determinantes politicos-economicos han profundizado los problemas de inseguridad alimentaria e inestabilidad politica-social.
Asimismo la pandemia fue también la excusa para que determinados regímenes políticos endurecieran sus políticas para mantener el statu quo, reprimiendo manifestaciones opositoras de las mayorías, como de las minorías.
Luego de dos años del punto de inflexión efecto de la pandemia el continente africano como todo el planeta, sobre todo la región del Cuerno de África dependiente de las reservas de cereales procedentes de Ucrania o Rusia volvió a incrementar la crisis alimentaria, es decir agudizar la crisis política-social.
La llamada “Nueva Disputa por África” ha convertido a la región en un tablero geopolítico, con movimientos tácticos de primer orden, en el que además de las potencias occidentales, ahora juegan China, Turquía, India y Rusia.
Estos mismos han intensificado sus agendas diplomáticas de forma extraordinaria.
En lo que respecta al conflicto bélico en Medio Oriente y la participación de Irán, no quedan dudas que esto último afectará al continente africano.
El comercio entre África e Irán había aumentado entre 2005 y 2007, luego cayó a partir de fines de 2007 efecto de la crisis financiera mundial y los bloqueos impuestos a la República Islámica en virtud de una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU (Organización de las Naciones Unidas).
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