DERECHAS Y DERECHOS. Argentina o Ecuador.

Por Jesús Ariel Rivero, Revista TU VOZ, Rosario -Argentina.

En este último tiempo, sobre todo post-pandemia estamos presenciando un reordenamiento geopolítico a nivel mundial.

El mecanismo del status quo no está en juego, sino quien lo posee.En este devenir que no acaba las “nuevas» derechas no sólo se han lanzado a combatir a las izquierdas o centro-izquierdas, sino también a atacar los fundamentos de las derechas tradicionales, y en esto América Latina no ha quedado al margen sobre todo Argentina y Ecuador en donde Javier Milei el presidente electo y el recién asumido Daniel Noboa quien resultó elegido para completar el periodo presidencial 2021-2025 que su antecesor Guillermo Lasso dejo inconcluso debido al decreto de muerte cruzada firmado en mayo de 2023, proponen las viejas recetas pero con un nuevo condimento, ser explícitos en sus campañas con sus propuestas políticas con una literalidad que lleva a pensar en masoquismo popular de sus pueblos.

Esta ola de liberalismo explícito pone en jaque no sólo el orden mundial, sino la humanidad.

Estas derechas se asumen como portaestandarte de una santa cruzada económica para salvar el mercado y la “libertad» contra cualquier atisbo de estatismo o colectivismo, y como parte de una regeneración espiritual para reestablecer el propio orden moral, comenzando por el patrón en la empresa, la piel blanca y Dios en el control de las almas.

Aunque todas estas derechas emergentes se presentan a elecciones para ganar adeptos y llegar a gobernar mediante el voto, no son democráticas, de ser necesario están dispuestas a emplear la violencia.

Si hacemos un revisionismo no muy lejano, recordamos a Donald Trump cuando perdió las elecciones en el 2021 y no tuvo reparos en mandar a los paramilitares a tomar el Congreso, para impedir la proclamación de Joe Biden, aunque este último tampoco es la excepción, sabemos lo que representa su partido.

De la misma manera, Jair Bolsonaro perdió las elecciones, nunca reconoció su derrota e impulso a rezar en las puertas de los cuarteles para que los militares de un golpe de Estado.

En Bolivia, Mesa y Camacho convocaron a sus seguidores a quemar ánforas electorales y aplaudieron cuando las tropas militares salieron a asesinar a los pobladores indígenas.Basta y Abascal son grandes defensores de los exdictadores Pinochet y Franco y consideran que su sanguinario accionar fue necesario para frenar al comunismo.

Para las derechas tradicionales y estas derechas emergentes, la democracia no es un principio político innegociable sino un medio provisional y meramente instrumental para lograr sus objetivos que son promover el mercado y las sacrosantas jerarquías racializadas de los vencedores. La democracia se les aparece como un exceso y los derechos como un exabrupto y un insulto de igualdad.Detrás de su grito en defensa de la libertad se agazapa la violencia purificadora contra lo público, lo colectivo, lo común, lo asociado.

No hay un intento por convencer de sus virtudes sino una furia desatada para imponerse contra los “zurdos”.

Esta necesidad impetuosa de terminar con el Estado demuestra que el receptáculo de lo común de una sociedad es este.

El estado es el garante de los derechos conquistados por la sociedad, por el Pueblo, en la calle, ahí se condensa lo común de sus victorias, de sus derechos.

El estado como institución no es el derecho, si el garante, regulador.Los derechos los conquistan los Pueblos en las calles, son del Pueblo, son el Pueblo.En este sentido el Estado como regulador, puede favorecer a los interés de los sectores más vulnerables o favorecer a los sectores del poder concentrado.

Por eso a las derechas les interesa el Estado, porque lo necesitan, el mercado en si como abstracción no puede imponerse, sólo el Estado tiene la fuerza legal, común y reconocida por todos, es decir legítima.

Los poderes concentrados por medio de los gobiernos de derecha operan en el Estado para vaciar y privatizar el Estado a favor de sus intereses.Y, la única forma de defender lo conquistado es con el Pueblo en la calle, es decir conquistar más derechos porque estos no se conservan sin conquistar otros.

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