Por Jesús Rivero , Redacción revista TU VOZ, Rosario, Argentina
Reforma agraria es un conjunto de medidas políticas, económicas, legislativas y sociales, impulsadas con el fin de modificar la estructura de la propiedad y producción de tierras en un lugar determinado.
La reforma agraria busca solucionar dos problemas inherentes, entre otros; como la concentración de la propiedad de la tierra en pocos dueños y la baja productividad agrícola debido al no empleo de tecnologías e infraestructuras derivadas o la especulación con los precios de la tierra que impide su uso productivo.Las formas de cambiar la tenencia de la tierra puede ser por medio de la expropiación de la tierra pudiendo haber o no algún mecanismo de compensación a los antiguos propietarios o por medio de la adquisición negociada.
Cualquier revisión o reforma de las leyes de tierra de un país, es un acto profundamente político que tendrá sus efectos clasistas.Discutir la reforma agraria es importante en un país que tiene a la disputa por la tierra como fundamento sobre el que se conformó el territorio, es decir el Estado Nacional.
Cuando se afirma que “en Argentina no hubo reforma agraria” se equivocan, si hubo. La actual distribución de la tierra en este país es hereditaria de una contra-re-forma agraria específica, sobre la que se montó el modelo agroexportador, el “país granero del mundo».
La actual distribución de tierras de ese bien común que es la tierra es nieta de las expropiaciones realizadas en nombre del “orden y el progreso» con el que la llamada generación del 80 justificó las campañas a los territorios indígenas. Esas expropiaciones masivas basadas en el despojo y la violencia con los asesinatos y desarraigos de los pueblos originarios como efecto, constituyeron el pecado original del modelo agroexportador y de la acumulación de capital que se maximizo bajo su amparo.
Casi nada diferencia este proceso de la llamada “acumulación originaria» con la que se fundo el capitalismo, exquisitamente descrito por Karl Marx hace más de 150 años. El poder que detentan las clases dominantes en nuestro país se basa en esa reforma y en esas expropiaciones, de los territorios pampeanos, patagónicos y también la región chaqueña.
Es necesario recordar que luego de ese proceso se extendió por vastas regiones del país, principalmente en la región pampeana y el litoral un importante y fundamental proceso de colonización. La idea de que el latifundio era un factor de atraso para la economía nacional fue fuertemente sostenida por las genera iones de principios del siglo xx.
Sobre esa experiencia de re-distribución de tierras se forjó buena parte de nuestro territorio nacional, por no decirlo todo. Incluso al calor de las luchas que se dieron en esas regiones surgieron las primeras formas organizativas de los sectores subalternos del agro modelo en ellas la Federación Agraria Argentina, que luego se burocratizó, como todo, para mantener el statu quo.Hay que decir que hubo intentos de poner en disputa ese tótem sagrado que es la “propiedad» de la tierra.Juan Domingo Perón sostenía que la “tierra debe ser del que la trabaja, y no del que vive consumiendo sin producir a expensas del que labora» (diciembre de 1944, frase del discurso de Perón).

Construir un modelo, un Estado “forma de organización política”, que favorezca a los diversos extractos de nuestro país federalizando y democratizando la política, es decir, el poder económico debe ser una premisa universal y fundamental para la soberanía de nuestra nación.Sino se dirección esta forma de organización política, no se podrá controlar los precios de los alimentos , agregar valor a nuestros materias primas, industrializar el país y crear fuentes de trabajo.
Para poder comprender los sentidos de poder en disputa es necesario tener en cuenta que la superficie continental del país es de 279 millones de hectáreas de las cuales 267 millones son tierras rurales, de estas según el Censo Nacional Agropecuario, 169 millones se destinan a usos agropecuarios o forestales y en 155 millones existen explotaciones agropecuarias que comercializan al menos una parte de su producción en el mercado.
Es decir la tasa de explotación de nuestro suelo es alta.Pero este país de más de 46 millones de personas tiene su población mayormente concentrada en los grandes cascos urbanos, como Rosario en donde la desigualdad se ve reflejada en las viviendas ociosas, más de 80.000 viviendas vacías, con personas sin poder alquilar o viviendo directamente en la calle.
El censo de 2010 arrojó que en Argentina había 572.000 viviendas vacías.Es necesario y sobre todo urgente pujar a los poseedores del capital inmobiliario a que incorporen al mercado inmobiliario las viviendas ociosas con facilitaciones a la obtención de la misma.Establecer una regulación desde el Estado para que los especuladores inmobiliarios coloquen las viviendas en el mercado generando una oferta amplia y por lógica una baja de los valores de los mismos.
Sabemos que es una decisión política la no re-distribución de la riqueza, la baja de impuestos para los poseedores del capital inmobiliario y su especulación financiera, pero es necesario sostener esta puja re-distributiva y nuestras herramientas democráticas son la calle y el poder legislativo para dar pelea y poner un freno con impuestos a este delito. Porque como afirmaba Marx “la propiedad privada es un robo». Y el alquiler también.