Por Roberto San Martín, Asturias & Argentina
Hace poco tiempo, Wadea Al-Fayoume, un niño palestino- estadounidense de seis años, fue asesinado a puñaladas en Illinois por ser musulmán. Samantha Woll, una mujer de 40 años que presidía la sinagoga de Detroit, ha corrido la misma suerte y todo indica que ha sufrido un ataque racista.
La horrible masacre cometida por Hamás en la frontera de Gaza y la inhumana respuesta del gobierno ultraderechista de Netanyahu está avivando la islamofobia y el antisemitismo. El ministro de Defensa, Yoav Gallant, ha contribuido a crear este clima de odio al calificar a los palestinos de “bestias humanas” y asegurar que se “las tratarían en consecuencia».
El odio secular a los judíos también ha favorecido la violencia contra una comunidad brutalmente maltratada por la historia. El pueblo judío no es el gobierno racista y autoritario de Netanyahu, cuestionado por muchos israelíes.
El pueblo palestino no es Hamás, que en varias ocasiones ha reprimido violentamente las protestas de sus compatriotas por el alto coste de la vida y la escasez de trabajo. Hamás logró una mayoría absoluta en las elecciones de 2006 gracias a la corrupción de su rival Al Fatah y a la red que creó para prestar atención sanitaria, educativa y social a los habitantes de Gaza, pero desde entonces ha utilizado la tortura y las ejecuciones extrajudiciales para mantenerse en el poder.
Judíos y palestinos merecen el mismo respeto y no pueden ser responsabilizados colectivamente por las políticas de sus gobiernos. En Israel, hay voces que protestan contra la política de ocupación y que se manifiestan para pedir el cese de la violencia contra los palestinos. Organizaciones pacifistas israelíes como B’Tselem, Peace Now o Breaking the Silence han condenado tanto los ataques contra civiles perpetrados por Hamás como la ofensiva militar del gobierno israelí.
“Los ministros del Gobierno israelí piden matar, destruir, aplastar e incluso matar de hambre a los habitantes de Gaza y se olvidan que esa era ya la política israelí», ha declarado B’Tselem.
En el ámbito palestino, la ocupación y la brutal represión israelí ha impedido que prosperaran los planteamientos pacifistas, pero la aldea cooperativa Neve Shalom (Oasis de Paz), también conocida como Wahat as-Salam, ha demostrado que judíos y palestinos pueden convivir pacíficamente.
La aldea se encuentra a medio camino entre Tel Aviv y Jerusalén y en 2021 tenía una población de 356 habitantes. Con una escuela donde se estudia en hebreo y árabe, Neve Shalom solo es una gota en un mar de odio, pero su espíritu de diálogo y comprensión es un signo de esperanza.
La paz nunca se impondrá si no se deja de deshumanizar al adversario. La ética nace de la voluntad de comprender al otro para poder convivir con él. Sin ese propósito, solo cabe esperar asesinatos como el de Wadea Al-Fayoume y Samantha Woll, dos vidas absurdamente destruidas por el fanatismo, el odio y la estupidez.
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