INICIATIVAS INTERESANTES; Sembrar en el desierto

Fernando Ortega, El Berguedá, Catalunya

Sembrar en el desierto

En medio de uno de los paisajes más áridos del planeta, donde apenas crece nada y el sol lo abrasa todo, un grupo de mujeres refugiadas saharauis ha decidido lo impensable: cultivar vida.

Viven en la hamada argelina, donde las condiciones naturales son extremas y las humanas aún más duras. No tienen tierras fértiles, ni infraestructuras, ni mercado, ni Estado. Solo viento, arena… y voluntad. Y aun así, han sembrado tomates, cebollas, espinacas, lechugas.

Hortalizas que brotan donde solo parecía posible el abandono.Lo que empezó como una cuestión de supervivencia se ha transformado en una afirmación política.

En uno de los campamentos de refugiados más largos del mundo, estas mujeres han convertido la escasez en motor de autonomía. Recolectan y conservan el agua con técnicas sostenibles, reutilizan materiales, se apoyan en la sabiduría ancestral de sus comunidades, y crean pequeños huertos que son, en esencia, trincheras verdes.

Actos de dignidad. Gestos cotidianos de resistencia.Porque no están cultivando solo comida. Están sembrando futuro. Un futuro construido con sus manos, sin grandes inversores ni focos, sin apoyos institucionales ni campañas de visibilidad.

Un futuro que desafía la lógica de la dependencia, que demuestra que la vida florece incluso en el exilio. Que donde muchos ven desierto, ellas ven tierra por despertar.

Y es ahí donde este gesto adquiere una dimensión más profunda. En un mundo saturado de discursos, estas mujeres no hablan: hacen. No posan: actúan. No reclaman titulares: producen soluciones.

Frente al colapso, no se rinden. Frente al olvido, no se disuelven. Frente a la ausencia de Estado, construyen comunidad.Verlas trabajar, verlas enseñar a otras, verlas cuidar lo que cultivan, recuerda también a tantas otras personas que sostienen lo común desde el silencio.

Aquí o allá, en el desierto o en los barrios, hay manos que no se ven pero que hacen posible todo lo demás. Manos que no buscan reconocimiento, pero sin las cuales no habría ni lucha, ni alimento, ni esperanza.

La historia suele contar las grandes gestas, pero muchas veces olvida lo que realmente sostiene los procesos: las pequeñas acciones, los gestos anónimos, la resistencia diaria.

La revolución verde de estas mujeres no es solo una hazaña agrícola; es una lección de dignidad. Una forma de decir que no se han rendido. Que siguen aquí. Que siguen sembrando.Y eso, en los tiempos que corren, es más revolucionario que mil discursos.

En el Sahara Occidental y en los campamentos de refugiados saharauis en Argelia, las mujeres son el motor de una sociedad que lucha por su libertad e independencia.
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