MUJERES DE LA HISTORIA
Por Fernando Ortega, El Berguedá, Catalunya, Redacción de Revista TU VOZ
En honor a Sarah y Yusra Mardini; Nadar para vivir.
Hay quien nada por medallas. Ellas nadaron por la vida.En agosto de 2015, en plena crisis de refugiados, las hermanas sirias Sarah y Yusra Mardini se lanzaron al agua helada del mar Egeo para evitar que una patera abarrotada se hundiera.
A brazo partido, durante más de tres horas, empujaron y remolcaron un bote con 18 personas a bordo hasta alcanzar la isla griega de Lesbos.La imagen podría parecer salida de una película de acción, y de hecho inspiró más tarde Las nadadoras (2022).
Pero lo que ocurrió esa noche no fue ficción: fue un gesto desesperado de supervivencia, convertido después en símbolo de resistencia y dignidad.
De Siria al exilio.
Las Mardini habían nacido en Damasco, en el seno de una familia de clase media. Su padre era entrenador de natación y desde niñas pasaron horas en la piscina. Pero la guerra civil siria, iniciada en 2011, transformó su vida en un exilio obligado.
Primero huyeron a Líbano, después a Turquía, y finalmente tomaron la ruta hacia Europa, esa senda incierta en la que miles de personas han perdido la vida buscando refugio.
Según la Organización Internacional para las Migraciones, más de 27.000 personas han muerto en el Mediterráneo desde 2014. El viaje de las Mardini es, en cierto modo, un milagro estadístico dentro de esa tragedia colectiva.
Dos caminos, una historiaTras el rescate, la vida de las hermanas tomó rumbos distintos. Yusra, la menor, logró asentarse en Alemania, donde retomó sus entrenamientos. Apenas un año después, fue seleccionada por el Equipo Olímpico de Refugiados y compitió en Río 2016.
Cuatro años más tarde volvió a hacerlo en Tokio 2021. Sus brazadas se convirtieron en metáfora de la esperanza: una refugiada que, desde el agua, reclamaba el derecho a una segunda oportunidad.
Pero Sarah, la mayor, eligió un camino más arriesgado. En lugar de quedarse en la seguridad de Berlín, regresó a Lesbos como voluntaria de la ONG Emergency Response Centre International (ERCI), dedicada a rescatar y asistir a migrantes en las costas griegas.
La criminalización de la solidaridad
Su compromiso tuvo un alto precio. En 2018, Sarah fue detenida junto a otros cooperantes. El gobierno griego la acusó de espionaje, tráfico de personas y pertenencia a organización criminal. Pasó más de 100 días en prisión preventiva antes de ser liberada bajo fianza.
El proceso judicial sigue abierto en 2025, con la amenaza de una condena de hasta 20 años de cárcel.Diversas organizaciones internacionales —entre ellas Amnistía Internacional, Human Rights Watch y expertos de la ONU— han denunciado el caso como un ejemplo flagrante de la criminalización de la ayuda humanitaria.
“Lo que está en juego no es solo la libertad de Sarah, sino el derecho de cualquier persona a actuar con compasión”, declaró Amnistía en un comunicado.La paradoja es brutal: quien salva vidas es tratado como delincuente, mientras quienes cierran fronteras o recortan derechos se amparan en la ley.
Europa en el espejo
El caso de Sarah Mardini se inscribe en un contexto más amplio. En los últimos años, varios gobiernos europeos han perseguido judicialmente a voluntarios, ONG y hasta capitanes de barco que rescatan a migrantes en el mar. Italia, Malta y Grecia acumulan procesos similares.
Mientras tanto, el Mediterráneo sigue siendo la frontera más mortífera del mundo. Solo en 2023 murieron más de 3.000 personas intentando llegar a Europa. Y sin embargo, la respuesta política se endurece: más vallas, más patrullas, menos vías seguras de asilo.
Las hermanas Mardini encarnan, desde su propia biografía, esa doble cara de Europa: la que aplaude en los Juegos Olímpicos a una refugiada convertida en símbolo, y la que encarcela a su hermana por atreverse a rescatar.
Heroínas sin capa
Hoy, Sarah vive en Berlín, estudia ciencias sociales y sigue a la espera de que la justicia griega resuelva su caso. Yusra trabaja con el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), promoviendo la causa de quienes, como ellas, se vieron obligadas a huir.
Dos hermanas. Dos caminos.
Una verdad compartida: la heroicidad no siempre recibe medallas.Epílogo: cuando la humanidad se mojaNo todas las heroínas llevan capa. Algunas nadan contra corriente, con los dientes apretados y el corazón desgarrado.
Algunas empujan un bote roto para que otros vivan, y después pagan con cárcel su compasión.
La historia de Sarah y Yusra Mardini nos recuerda que la solidaridad también es un acto político: desafía leyes injustas, incomoda a gobiernos y revela la crudeza de un sistema que prefiere castigar la compasión antes que admitir su propio fracaso.
En un mundo donde tantos miran desde la orilla, ellas eligieron mojarse. Y gracias a eso, 18 personas siguen vivas.
