Por Fernando Ortega de El Berguedá, Catalunya
Macron bloquea el país y la izquierda insumisa se prepara para el futuro.
La dimisión de Sébastien Lecornu apenas 14 horas después de haber sido designado primer ministro ya es parte de la historia política francesa: ningún gobierno había durado tan poco en la V República.
Pero el episodio no habla solo de Lecornu, sino sobre todo del agotamiento del macronismo. Emmanuel Macron insiste en sostener un proyecto político que ya no tiene mayoría social ni parlamentaria, y su empecinamiento ha convertido a la política francesa en un bucle de bloqueos.
Macron y la falsa transversalidad
Cuando Macron irrumpió en 2017 con La République en Marche!, se presentó como un político “ni de izquierdas ni de derechas”, capaz de atraer votos de ambos campos y construir un movimiento transversal.
En realidad, aquello fue sobre todo un discurso de marketing político: Sociológicamente fue transversal porque captó apoyos tanto de socialistas desengañados como de centristas y gaullistas moderados. Pero en términos ideológicos, el macronismo siempre ha sido centroderecha liberal: reformas del mercado laboral, recortes en pensiones, reducción de impuestos a empresas, ortodoxia fiscal europea.
Su supuesto centrismo no es más que un liberalismo clásico revestido de modernidad tecnológica y discurso europeísta. En lo social se permitió algunos gestos progresistas (derechos civiles, transición ecológica), pero la impronta general ha sido la de un proyecto neoliberal, alineado con Bruselas y Berlín.
Hoy, ese disfraz de transversalidad ya no convence a nadie.
El espacio político de Macron se ha estrechado, sus bases se desmoronan y la Asamblea Nacional refleja un país profundamente dividido donde el “centro” ha dejado de ser referente. Un Parlamento sin mayorías y un presidente atrincheradoLas legislativas anticipadas de 2024 marcaron un antes y un después.
La izquierda, con La France Insoumise (LFI) como fuerza principal, emergió como primer bloque parlamentario.
El Rassemblement National (RN) de Marine Le Pen se consolidó como segunda fuerza.
El macronismo, en cambio, se redujo drásticamente.
En un sistema parlamentario clásico, habría sido lógico que el presidente otorgara a la fuerza más votada la posibilidad de intentar formar gobierno. En Francia, sin embargo, la Constitución otorga al presidente la prerrogativa de nombrar al primer ministro.
Y Macron ha decidido usarla no para facilitar consensos, sino para bloquearlos: Ni acepta la cohabitación con la izquierda insumisa. Ni reconoce que su campo ya no puede sostener un gobierno estable. Ni permite que la Asamblea cumpla el mandato de las urnas.De este modo, la política francesa se encuentra paralizada, con ejecutivos efímeros y sin margen para abordar los grandes desafíos del país.
Consecuencias del bloqueo
El enésimo fracaso del macronismo tiene efectos palpables:
Debilidad institucional: Francia funciona con ministros en funciones y sin dirección política clara.
Desgaste presidencial:Macron ya no es percibido como líder renovador, sino como el principal obstáculo.
Incertidumbre económica: La Bolsa de París cayó tras la dimisión de Lecornu y la prima de riesgo aumentó, reflejando temor a la ingobernabilidad.
Crecimiento de alternativas: El RN aprovecha cada vacío para reforzar su discurso de orden, mientras que la izquierda insumisa emerge como única fuerza capaz de ofrecer un horizonte popular y progresista.

Salidas posibles
La crisis actual abre tres caminos:Cohabitación con la izquierda:Lo más democrático y sensato sería que Macron aceptara nombrar un primer ministro de LFI o apoyado por la izquierda. Eso respetaría la voluntad popular y devolvería estabilidad a la Asamblea.
Gran coalición centrista: Un pacto entre macronistas, socialistas moderados, ecologistas y derecha republicana. Poco probable, porque exigiría renuncias que nadie está dispuesto a asumir, y porque supondría perpetuar la política neoliberal que el electorado ya ha rechazado.
Nuevas elecciones: La salida que Macron parece contemplar. Pero puede volverse en su contra: el cansancio ciudadano puede traducirse en un voto masivo hacia Le Pen o en un nuevo fortalecimiento de la izquierda insumisa.
El papel de La France Insoumise
En este escenario, la responsabilidad de LFI es enorme. Ha sido la fuerza más votada, y tiene la legitimidad democrática para reclamar el derecho a intentar formar gobierno. Pero además, carga con una tarea histórica: demostrar que la izquierda puede gobernar en Francia después de décadas de retroceso.
Algunos puntos clave para LFI:
1. Reivindicar su victoria: insistir en que el mandato ciudadano fue claro. En cualquier democracia parlamentaria, les correspondería formar gobierno. Macron es quien bloquea, no la izquierda.
2. Construir un programa de mínimos: sin renunciar a su horizonte de transformación, LFI debe mostrar capacidad de gobernar el presente. Eso implica articular un plan claro en torno a la justicia social, el refuerzo de los servicios públicos, la transición ecológica y la defensa del poder adquisitivo.
3. Tender puentes: el riesgo del aislamiento es real. Para gobernar, será necesario sumar a socialistas, ecologistas y sindicatos. No se trata de diluir el proyecto insumiso, sino de mostrar madurez política y voluntad de construir mayorías.
4. Preparar 2027: la batalla no es solo parlamentaria. Francia se dirige hacia una presidencial decisiva, y LFI debe mostrarse desde ahora como la alternativa creíble al neoliberalismo macronista y al autoritarismo lepenista.
5. Movilizar a la sociedad: más allá de los juegos parlamentarios, la izquierda insumisa debe reforzar la conexión con sindicatos, movimientos sociales y ciudadanía activa. Solo así podrá romper el cerco mediático y contrarrestar la narrativa del “caos”.
Conclusión: La caída exprés del gobierno Lecornu no es un accidente, sino la prueba de que el macronismo ha agotado su ciclo. Macron se aferra a un centro inexistente y bloquea el funcionamiento democrático del país.
Francia no puede seguir atrapada en ese callejón sin salida.
La solución pasa por reconocer la victoria de la izquierda insumisa y abrir paso a un gobierno que represente las demandas populares de justicia social, igualdad y dignidad. LFI tiene la oportunidad —y la responsabilidad— de demostrar que es capaz de gobernar, de unir a la izquierda y de ofrecer un horizonte frente a la amenaza de la extrema derecha.
Hoy, más que nunca, Francia necesita una alternativa insumisa.
