Gabriel Bayarri es doctor en Antropología y Sociología, miembro de la Newton International Fellow de la Academia Británica Royal Society y trabaja en el Centro de Estudios Latinoamericanos y del Caribe (CLACS) y en la Escuela de Estudios Avanzados de la Universidad de Londres. Entrevistado por Francisco López para el programa radial “Cenizas de Babilonia. Diáspora Española” (AM 830 Radio del Pueblo), Bayarri, quien se encuentra en Guatemala como observador internacional en las próximas elecciones a celebrarse en Guatemala, se refirió a los procesos electorales en Latinoamérica y a los motivos por los que la extrema derecha gana adeptos en la región.
¿Qué misión te llevó a estar presente como observador en las próximas elecciones en Guatemala?Desde hace varios años estoy haciendo una investigación sobre los procesos electorales en América Latina y América Central, y tratar de entender cuáles son las principales formas comunicativas para construir esta polarización política y en qué elementos se basa la construcción de las llamadas extremas derechas en cada uno de los sitios. Me encuentro ahora en Guatemala, en donde las elecciones presidenciales y municipales serán el próximo 25 de junio. Mi función es acompañar los diversos eventos electorales, principalmente observar a una extrema derecha muy militarizada, en la cual una candidata favorita es Zury Ríos, que es una de las hijas del dictador Efraín Ríos Montt. Guatemala se encuentra en un momento en el que están combatiendo con un pasado muy militarizado en el que la guerra civil está muy presente, pero no ha habido un proceso de reconstrucción histórica tras los acuerdos de paz lo suficientemente potente como para que población tenga una noción sobre este estado de militarización de la esfera política. Estamos viendo ese debate como un debate central. El debate de la seguridad pública lo abarca todo y encontramos una población en la cual no hay una clase media, y eso dificulta entender cómo la comunicación se expande en este país en el que por supuesto tenemos esta situación poscolonial en la que se acumulan los principales artefactos comunicativos en una serie de familias tradicionales pero en la que tenemos por un lado unas clases altas que acumulan todos los capitales (capital económico, político y cultural) respecto a un lumpen que no tiene acceso ni siquiera a dispositivos móviles como para poder recibir las informaciones que en otros países las clases medias sí que han podido recibir. En Brasil, por ejemplo, con el Bolsonarismo, las formas virales de desinformación, a través de memes y fakenews. Aquí se opera de una forma distinta en el sentido de que esta clase más baja, al no tener acceso a esas informaciones, pues se ven retenidas por el sistema clientelista más básico. He estado acompañando eventos en los que se ha visto claramente la compra de votos, en las cuales se contratan animadores para tratar de animar a una serie de personas a que voten a sus proyectos y a cambio les ofrecen almohadas, bolsas de comida o incluso una minipimer. Esa degradación, esa forma grotesca de entender lo político, es la consecuencia de una constante despolitización de la esfera pública en la que a las personas no se les ha dado ningún espacio de actuación. Este es un poco el contexto en el que se vive en este país.
En la actual estructura latinoamericana, ¿creés que se puede recuperar la UNASUR como fuerza de unión de los movimientos progresistas en Latinoamérica?Como todos los proyectos pensados para empoderar a los países latinoamericanos, UNASUR ha sido siempre atacado por el eje nórdico y por supuesto por los Estados Unidos. A mí lo que me gustaría reivindicar desde mi especialidad, que son los procesos electorales, es cómo todo esto se está articulando. De la misma forma que Bolsonaro ha capitalizado durante mucho tiempo el discurso de la seguridad pública, ahora se está viendo que todavía se puede llevar más allá en términos de agresividad como ocurre con el discurso del presidente Najib Bukele, en El Salvador, que está siendo una referencia para muchas personas de distintas ideologías, principalmente en América Central, y que de alguna forma tienen un efecto que es poner la discusión de la seguridad pública en el centro, desde una perspectiva muy punitivista. El discurso punitivista es tremendamente eficaz para grandes capaz de la población que se ven afectadas por este problema en su día a día, y paradójicamente considera aglutinar distintos sectores de la sociedad; a las clases más bajas que conviven con los asaltos, con los robos, con las violaciones, con las clases más altas que, aunque no vivan estos problemas de una forma tan frecuente, no dejan de vivir en su imaginario con esta realidad. Acaban uniéndose una serie de sectores de la sociedad que permiten dar mayorías a esas extremas derechas en torno a la cuestión de la seguridad pública que es el eje central en el que vamos a seguir viendo cómo se constituyen las campañas políticas, y que también llevan elementos como la desunión regional en términos identitarios, económicos y demás, por el apoyo que estas extremas derechas como representantes del capitalismo supone.
¿Cuál es tu opinión acerca de la política española, de la coalición Sumar?Hay dos líneas que se han estado viendo en los últimos tiempos. Una estaba más basada en la disputa de la hegemonía, de la agenda mediática; es decir, de entender que hay una serie cuestiones en términos de relato, de retórica, que tienen que ser discutidas y puestas en valor, respecto a un proyecto que sería de sentido común y que los partidos mayores lo han establecido. Se entiende que el espacio de acción entra en ese marco. Ese es el debate que hay de fondo. Parece ser que esta segunda opción es la que está teniendo más éxito. Lo que estamos viendo no es otra cosa que la forma en la que se puedan gestionar espacios del capitalismo. Algunos de esos espacios del capitalismo tienen valor para millones de personas pero siempre va a suponer cierta resignación o pérdida de ilusión en sectores de la población que tienen una expectativa para que desde los parámetros de la democracia liberal en la que jugamos, se puedan hacer.
Tenemos unas limitaciones estructurales muy grandes y esto siempre está de fondo para que cualquier proyecto que se haga desde la izquierda, siempre vaya a resultar demasiado reformista. Cuando Rajoy decía “España en Serio”, básicamente quería decir que en España se hagan pequeñas reformas, pero lo importante es hacer una España en serio. No se puede hablar de hacer una reforma mayor, que es lo que se esperaría de un proyecto más tradicional de la izquierda, sino simplemente un poco de la gestión de estas migajas. Entonces el panorama en ese sentido es triste, pero no obstante la alternativa que tenemos es retrógrada en términos de la propia democracia que hemos construido.
Por Walter C. Medina, Redacción Revista TU VOZ