DESARMAR LA PALABRA

Por Carolina Valencia Bernal, Periodista Colombiana.

El lunes 16 de junio se firmó un acuerdo, entre el gobierno del presidente Gustavo Petro y los jefes de las ramas legislativa y judicial para desarmar y armonizar la palabra y rechazar todo tipo de violencia, tras el atentado contra el senador y precandidato presidencial; igual Uribe Turbay el pasado sábado 9 de junio en un mitin de campaña en el occidente de Bogotá.

Esta iniciativa convocada por la Conferencia Episcopal, es el aporte de la iglesia católica para desentrabar esta virulenta época por la que pasa el país y reducir las tensiones que marca el termómetro político que está a merced de opinadores en redes sociales y que desde el presidente para abajo, la línea es insultar, radicalizar, expresar el odio bipartidista que nuevamente se gesta desde ambas orillas, pero ya no liberal y conservador, ahora es entre izquierda y derecha, gobierno y oposición.

Es un tipo de violencia que no tiene límite con la excusa de la libertad de expresión; que ya sobrepasa el ámbito político. Se ha desatado una persecución sin filtros contra trabajadores de prensa, los medios de comunicación alternativos, líderes sociales, defensores de derechos humanos, mujeres que denuncian violencia de género y en general con todo lo que se sienta diferente al razonamiento personal que cada quién ejerce en el marco de la libertad de expresar y comunicar. Odio es lo que se destila y es lo que ocasiona rupturas irreconciliables que le están costando a Colombia el buen desarrollo del primer gobierno de izquierda.

Fotografía cedida por la Arquidiocesis de Bogotá del la reunión entre el presidente de Colombia, Gustavo Petro (c-i) el arzobispo de Bogotá, cardenal Luis José Rueda (c), y el presidente del Congreso de Colombia, el senador Efraín Cepeda (2-d), este lunes en la Arquidiocesis de Bogotá en Bogotá (Colombia). EFE/ Arquidiocesis de Bogotá

LAS CIFRAS DE LA HISTORIA

La violencia ha sido la protagonista en la historia republicana de Colombia. La violencia en todas sus formas; una violencia que ha cobrado cerca de 8.775.884 de muertes violentas, tan solo en el conflicto armado 1940 a 2018. Los datos históricos nos dicen que, en las guerras por la independencia del reino de España, incluyendo por supuesto los habitantes de la Gran Colombia, la cifra de muertes violentas es de aproximadamente 1.700.000. (Cifras de la Comisión de Verdad, junio 11 de 2022).

Según informe de la RUV (Registro Único de Víctimas) 3.481.244 mujeres han sido víctimas fatales del conflicto armado en Colombia, sin incluir violaciones, desapariciones, reclutamiento forzado o desapariciones.

Diferentes tipos de violencia: Violencia contra líderes sociales o defensores de derechos humanos; Masacres.

Las causas pasan por: Luchas por el territorio, Desigualdad socioeconómica, Presencia de grupos armados ilegales; Defensa del medio ambiente.

Es un historial sumamente alarmante, en el que Colombia es uno de los países en la región con mayor número de homicidios; el récord de asesinatos de defensores del medio ambiente en el mundo; tenemos una de las cifras más altas en feminicidios por detrás de Brasil.

Según el CNMH (Centro Nacional de Memoria Histórica), entre 1958 y 2019 se registraron al menos 4.237 masacres. Entre 1998 y 2002 ocurrió el mayor número de estos hechos, con 1.620 masacres. 26 masacres en lo que va de 2025; 440 entre 2020 y 2024.

Son cifras escalofriantes que dan cuenta del papel que juega la violencia en el diario vivir de los colombianos, ya que de ahí se desencadenan otros fenómenos escalofriantes como los daños físicos, psicológicos, morales y económicos, los cuales no solo afecta a la víctima, sino también a su entorno familiar, social y las comunidades. De todo esto se desprenden, el desplazamiento de personas fuera de la ruralidad a las ciudades, la migración de mala calidad, pérdida de confianza en las instituciones que impactan negativamente en la economía local y nacional, aumento de la pobreza y la desigualdad e impacta seriamente la memoria histórica.

Sin entrar en detalles, después del Acuerdo de Paz de La Habana en 2016, si bien trajo resultados positivos, también ha desencadenado el surgimiento de nuevos grupos alzados en armas que contribuyen a que la violencia persista en el país.

Los violentos esta vez hacen parte de las disidencias de las FARC, el ELN con quiénes no se ha logrado el tan anhelado acuerdo de paz que promueve el presidente Petro, el Clan del Golfo y las autodefensas. Grupos que se alimentan del narcotráfico, el control territorial, las economías ilícitas como la minería y los cultivos ilegales.

Desde la firma del Acuerdo de Paz, se han registrado 456 asesinatos de excombatientes firmantes de paz; este 2025 han sido unos años particularmente violento con 20 casos en todo el país. Por no hablar del conflicto en el Catatumbo que ha dejado un poco más de 52 personas asesinadas y unas 80.000 afectadas.

¿POR QUÉ DESESCALAR EL LENGUAJE?

Se debe hacer para evitar conflictos que se pueden tornar en peligrosos y poner en riesgo la vida de las personas.

En una sociedad que ha atravesado por una salvaje situación de violencia durante décadas, por no decir mejor desde siempre para no revolcar más esta columna. Desescalar el lenguaje verbal es todo un desafío, mucho más en esta época digital en la que políticos, periodistas, líderes sociales, opinadores y tuiteros saturan de insultos y confrontación las redes sociales como si de un campo de batalla se tratara.¿Pero quién o quiénes pueden quitarle el teléfono móvil a quiénes detentan el poder? Nadie.

Un análisis de La Silla Vacía, basado en casi 60 mil publicaciones políticas entre 2024 y 2025, reveló que el presidente Gustavo Petro es el actor más insultado… y también quien más mensajes agresivos emite. Lo siguen María Fernanda Cabal, Vicky Dávila y el propio Uribe Turbay. La conversación política dejó de ser un debate de ideas para convertirse en un combate de etiquetas.

El clima de odio en la política colombiana ha cobrado relevancia con el atroz atentado contra Miguel Uribe Turbay que hoy se debate entre la vida y la muerte. Si bien el senador Uribe Turbay ha sido especialmente agresivo en su discurso contra el gobierno de Petro, no se puede tolerar un crimen por odio o revanchismo político. Aún no se sabe quién lo ordenó y por qué motivo se produjo este hecho; lo único que por ahora está claro es que el sicario es un adolescente menor de 15 años.

¿Y entonces, cómo se desescala? Primero, bajando el tono. Cambiar el “usted es un ignorante” por “no comparto su punto y le explico por qué”; dejar de decir “ustedes son unos criminales” y empezar a decir “esto que ustedes proponen me parece peligroso por estas razones”. Parece obvio, pero no lo hacemos, porque nos duele más perder una pelea en X que perder la posibilidad de escucharnos. Hay que sustituir el grito por el argumento, discutir sin destruir.

Desescalar el lenguaje implica dejar de generalizar, evitar etiquetas y asumir que quien piensa distinto no es un enemigo. Esta forma de comunicación no violenta puede aplicarse en casi todos los escenarios: desde el Congreso hasta un grupo de WhatsApp; desde la opinión en medios hasta los comentarios en redes; desde un debate público hasta una conversación familiar.

Y es que es más que necesario desarmar la palabra, ahora que vemos en tiempo real un genocidio como el que ocurre en Gaza y la más reciente escalada de bombardeos entre Irán e Israel. Las opiniones en ocasiones matan personas; quizá a veces no literalmente, pero sí reputacionalmente.

Los grupos paramilitares o “autodefensas” sembraron el terror en Colombia

Cuando las mujeres usamos el derecho al escrache para denunciar violencia de género, el lenguaje de respuesta hacia ellas de los machos violentos o de sus seguidores, puede llegar a convertirse en asesinato reputacional. También cuando el odio permea para denostar a medios de comunicación y sus trabajadores. Hay casos de denuncias falsas que incurres en calumnias e injurias hacia alguna persona inocente.

La paz digital se convierte entonces en un nuevo concepto para poner fin a olas de veneno verbal. Desarmar la palabra no es solo necesario, es el primer paso para volvernos a escuchar, para poder debatir con argumentos sólidos y para generar el ambiente de paz que tanto necesita el mundo actual.

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