Por Jesus Rivero. Redacción de Rosario, Argentina
Deseo comenzar por la etimología del término crisis, que proviene del griego krisis, que a su vez deriva del verbo krinein que significa “separar», y del sustantivo Krisis que significa “punto de inflexión”.
La crisis del 2001 es una separación, un punto de inflexión, que remite a otro punto de inflexión a nivel global, que es la caída del muro de Berlín el 9 de noviembre de 1989 y el fin de las ideologías simbólicamente y la emancipación del sistema capitalista por medio de las políticas neoliberales.
En este marco hay que situar la crisis del 2001 en un contexto nacional con presiones externas y métodos como la convertibilidad, la recesión y la deuda externa. Las coincidencias con el presente no son casualidad, son los mismos de siempre, ese círculo rojo que tiene como establishment a Federico Sturzenneger y Patricia Bullrich.
Considerando como base del crecimiento de la deuda el periodo de la dictadura militar y como efecto la hiperinflación en el gobierno de Raúl Alfonsín y las políticas neoliberales ejecutadas durante el gobierno de Carlos Menem.
A partir de 1991 la economía Argentina estuvo regida por el método de convertibilidad, que establecía una paridad fija de uno a uno entre la moneda Argentina y el dólar, esto pudo inicialmente frenar la hiperinflación pero con el correr del tiempo efectuó una estructura económica rígida y totalmente dependiente del endeudamiento externo.
Hacia fines de la década de los 90 la economía comenzó a desacelerarse y el país entró en recesión con una deuda creciente y un nivel de desempleo que alcanzó ceda a históricas. En 2001, el desempleo llegó al 18, 3% afectando no sólo a los sectores más vulnerables, sino tocando el nervio político, que es llamado la “clase media”.
El primero de diciembre de 2001 se anunció una medida (el corralito) que restringía el retiro de dinero en efectivo de los bancos. El objetivo era evitar una corrida bancaria, pero la reacción social fue inmediato: cacerolazos en las calles, saqueos en distintos puntos del país y una creciente desconfianza en el sistema financiero.
La situación derivo en una crisis política. En menos de quince días, tuvimos cinco presidentes.La Alianza que había llegado al gobierno en 1999 prometiendo una cosa, materializó otra, pofundizando las políticas neoliberales.
Sus ministros de Economía José Luis Machinea y Ricardo López Murphy, agudizaron medidas como el aumento d3 impuestos y el recorte en sueldos y jubilaciones, ajustes en educación y salarios en suspenso. En tanto, Domingo Cavallo, volvió al gabinete para intentar salvar el régimen de convertibilidad pero solo logró profundizar los situación con más ajuste y represión. Una de las medidas más recordadas fue la reforma laboral “Ley Banelco», aprobada por medio de sobornos y represión, que flexibilizaba aún más las condiciones laborales y cercenaba derechos históricos de la clase trabajadora.Con más del 60% de la economía en la informalidad, desocupación masiva y salarios no pagados, los saqueos se multiplicaron en todo el país.
El 19 de diciembre, De la Rúa acorralado, decreta el Estado de sitio, dejando en suspenso el marco jurídico y materializando políticas de un estado de facto que dejó un saldo de 39 muertos en todo el país, como efecto de la represión política-policial.
Esta represión no debutó la voz del pueblo sintetizada en “que se vayan todos”, porque cuando la memoria se despierta hiere a los pueblos que no la dejan vivir. Un anuncio como el Estado de sitio que deja en suspenso el contrato democrático despertó la memoria colectiva que se plasmó a lo largo y ancho del país con cacerolazos, piquetes y saqueos. Miles de ciudadanos desbordaron la Plaza de Mayo y otras plazas enfrentando a la policía y exigiendo la renuncia del entonces presidente Fernando de la Rúa.
Frente a la injusticia del saqueo externo, el pueblo reclamaba justicia.El 20 de diciembre Fernando de la Rúa renuncia a la presidencia y se retira de Casa Rosada en helicóptero, una imagen histórica.
Este punto de inflexión que es efecto de otro punto de inflexión, la caída del muro de Berlín y la emancipación del sistema capitalista a nivel global que se materializa por medio de las políticas neoliberales, destruye la industria nacional, porque hoy lo sigue haciendo, precariza el trabajo y genera una desigualdad social, casi irrestituible.
El establishment es el mismo de siempre, Federico Sturzenneger fue uno de los principales funcionario de ese gobierno, como ahora. Al igual que Patricia Bullrich.Sturzenneger ocupó cargos en el equipo económico de Cavallo y fue presidente del Banco Ciudad durante la gestión de Fernando de la Rúa, participando activamente en la implementación de las políticas neoliberales y en la defensa del sistema financiero durante el “corralito”. Representa junto a Patricia Bullrich el grupo que sostuvo y sostiene el modelo de saqueo y endeudamiento que llevo a su mismo modelo (neoliberal) al colapso (crisis).Hoy, al igual que ayer, quien paga el saqueo de nuestra patria, es el pueblo trabajador.
Quien por entonces cansado e impotente frente a las injusticias y urgido por necesidades básicas decidió salir a las calles al grito “que se vayan todos», el Argentinizo. Iniciativa popular que se fue gestando en las periferias de las urbes, al calor de las asambleas y barricadas barriales que alojaban a los ex obreros que habían sido despedidos de sus trabajos, en el fulgor de los piquetes en las rutas de todo el país que deseaban hacer justicia.
Calor de las periferias que prendió la conciencia de un sector que reacciono con el corralito, un pueblo unido que emergió para no ser vencido.En el presente ¿qué queda de eso? Esto me interesa. Creo, como dije al principio, es necesario poner en contexto, comenzar por lo molar para ir a lo particular. Porque no se puede pensar un sujeto-sujetado aislado. Hoy vivimos una sociedad fragmentada en donde el otro es un enemigo, mayor éxito del capitalismo.
Entonces ¿cómo pensar otro Argentinazo?Pensarlo desde lo individual es difícil, materializarlo aún mas. En un contexto atravesado estructuralmente por la globalización y revolución tecnológica que convive con estados de suma precariedad y fragmentación del lazo social, es necesario y deseante volver a repensar una alternativa que tenga a los dispositivos tecnológicos (celular) como una herramienta política, porque hoy esto se ha metido hasta los huesos, es una falange más.
Es decir, desde la pandemia estos dispositivos tecnológicos se han introducido en determinado contexto como una manera de vincularnos, el tema es que se volvió un obstáculo, ya nadie desea reunirse, ya nadie desea hacer asambleas, ya nadie desea reunirse al calor del fuego, ya nadie desea mirarse, ya nadie registra al otro.
Todo es factoide, todo es pantalla, una luz que hace signo, sin un significante que corte y haga límite. Entonces es un trabajo para quienes deseamos seguir apostando al calor de las asambleas, a lo colectivo, al registro del otro. Esta alternativa, de seguir apostando a lo colectivo, es un trabajo que venimos realizando desde nuestro espacio hace tiempo, no renunciar, no ceder, a que otro Argentinazo es posible.
Utilizando todos los medios, pero teniendo en cuenta esta producción subjetiva de un sujeto-sujetado a un objeto y no al otro. Entonces desde nuestros espacios comunitarios en las periferias de Rosario, desde una mirada molar, intentamos intervenir en lo particular, un mero rizoma, que entre toda podemos llegar a materializar.
