¿Colombia, un país antifeminista?

Por: Carolina Valencia Bernal. Redacción Colombia.

El domingo 29 de septiembre, se llevaron a cabo las elecciones regionales en Colombia, con unos resultados en franco retroceso, unos 8 años de pasos atrás en lo que respecta al 2022 con el triunfo de la izquierda para la presidencia de Colombia.

Los clanes, la politiquería y las maquinarias de siempre se llevaron nuevamente el triunfo; como ellos mismos dicen: “recuperaron Colombia”. Y sí, es cierto, es totalmente cierto, volvió la clase tradicional al poder.

¿Castigo a las políticas de izquierda de Gustavo Petro y la poca credibilidad de la alcaldesa de la capital del país Claudia López del Partido Verde?.

Que vienen siendo los representantes del progresismo o izquierda colombiana. Políticas que han sido controvertidas, desfavorablemente recibidas en el Congreso de la República y por ende el retraso y negativa para ser aprobadas.

Las obras de esta presidencia, se basan en la restitución de tierras a los campesinos, algo que ha sido efectivo y bien recibido por toda la población rural, desplazada y víctima de la violencia de Estado en las regiones apartadas por el conflicto armado del país.

La paz total, que es la política estrella del petrismo, no está dando el resultado anhelado por el gobierno. Los constantes ataques y masacres por parte de las discidencias de las FARC, el Clan del Golfo y los diferentes grupos al margen de la ley que se disputan los antiguos territorios de las FARC y de tierras dedicadas al cultivo de coca y marihuana; sumado a la poca efectividad de los espacios de cese al fuego con la guerrilla del ELN, quienes están en el centro de las negociaciones de la paz total y el famoso decreto de pagar para no matar; no han hecho mucha mella en la población colombiana y mucho menos en sus representantes en el Congreso, quienes rechazan estas políticas.

Feminismo y política

Un tema neurálgico en este gobierno, es el feminismo, ya que el petrismo tiene la costumbre de acompañar y cobijar a hombres maltratadores que militan en los partidos del Pacto Histórico, silenciando a las mujeres que los denuncian, como ya ha sucedido con el exconcejal y ahora subdirector de RTVC, Hollman Morris; también con Víctor De Currea Lugo, Yidis de Jesús Gaona, acosador sexual de Wendy Calderón quién se suicidó por la falta de credibilidad a sus denuncias y el matoneo dentro del propio partido.

Y el tristemente afamado profesor Fabián Sanabria acusado de violaciones a hombres estudiantes de la Universidad Nacional.

El Pacto Histórico y su jefe máximo los ha protegido, igual que muchas de las mujeres de esa colectividad, mujeres que se dicen feministas como las concejalas Heidy Sánchez, Ana Teresa Bernal; la ministra de ambiente Susana Mohamad, la exdirectora del DPS (Departamento de Prosperidad Social) Cielo Rusinque, también la senadora María José Pizarro; y, la hoy jefe de comunicaciones de la Casa de Nariño María Paula Fonseca Gómez.

Ellas actuaron por omisión conociendo de sobra los casos y sin poner en práctica el código de ética de la Colombia Humana y más recientemente del Pacto Histórico.

Por eso es muy difícil para las mujeres de izquierda hacer política, porque ni siquiera se sienten apoyadas y protegidas dentro de sus partidos. Salir a la calle para una mujer en Colombia a hacer campaña es un deporte de alto riesgo.

Se exponen a violencias de todo tipo, a acosos sexuales, a abusos sexuales, a violencia política por el hecho de ser mujeres y es realmente desgastante, abrumador, deprimente y en algunas puede producir depresión, ansiedad o angustia.

Y dados los resultados del día 29 de octubre, vemos que a pesar de los esfuerzos, Colombia sigue siendo, como muchos otros en América Latina, un país machista, patriarcal, misógino y tremendamente desigual para las mujeres.

Solamente en Bogotá no hubo ninguna mujer candidata a la alcaldía, tampoco en Barranquilla o Medellín, ciudades importantes del país. Actualmente las mujeres sólo ocupan el 12% de las alcaldías y el 18 % de las gobernaciones en el país. La paridad electoral no es una obligación dentro de los partidos y así mismo el poder regional, con excepción del Valle del Cauca, está monopolizado por hombres.

Pero el caso específico que quiero tratar hoy, es el de una mujer joven, aspirante a la JAL (Junta Administradora Local) de una de las 20 localidades en las que se divide la capital. Ella, como muchas otras fue violentada en el ejercicio de su campaña. Con amenazas directas de violación por parte de conocidos e incluso compañeros de lucha.

Supo mantener el ritmo, pero ayer se derrumbó y expresó su tristeza, con la tremenda convicción de que denunciar le puede costar la vida.

Seguimos entonces repitiendonos la misma pregunta ¿por qué las mujeres no denuncian? La respuesta es muy sencilla, amenazas, muerte, escarnio público, vetos políticos, atentados. Y para las que apoyan, acompañan y sacan a la luz este terror, pues más amenazas, más injurias en contra y menos seguridad.

Ser mujer y ejercer política en Colombia es peligroso. Las valientes como Jennifer Pedraza, representante a la cámara por Bogotá que viene del movimiento estudiantil, lo sabe muy bien. Incluso ayudó a instaurar una denuncia contra instigadores de amanazas de muerte por redes sociales que defienden al señor Hollman Morris y a otros.

Ella y un grupo de mujeres periodistas, sociólogas y antropólogas, se dieron a esta tarea y la Fiscalía General de la Nación la archivó, como muchas otras demandas y denuncias contra hombres intocables cercanos al gobierno nacional.

¿En qué queda todo esto? En lo mismo, sigue sin haber una solución. Las mujeres seguirán haciendo política a riesgo de su integridad física y mental, mientras el mundo sigue en el enredo machista y misógino, sin importar, cuántas féminas caigan al abismo, porque el poder ha sido, es y por desgracia seguirá muchos años más siendo patriarcal. Sin embargo, las mujeres valientes siguen abriendo cada vez más espacios de nuevas maneras de hacer política y de llegar, de formas diferentes a renovar las luchas, la información, la verdad y la política.

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