Por Leticia Salomón, Socióloga y Politóloga hondureña. Redacción de Revista TU VOZ
MEDIOS DE COMUNICACIÓN e IGLESIAS son dos instituciones vinculadas directamente a la creación de valores, sustentación de creencias y formación de opiniones, entre otras funciones.
Tienen que ver directamente con la formación de conciencia ciudadana sobre temas de convivencia cotidiana, interrelación con otras instancias de la vida social (familia, fundamentalmente), creencia en la existencia de la vida eterna (iglesias) y vigilancia del poder (medios de comunicación).
Mientras las iglesias se ubican fundamentalmente en el espacio privado, los medios de comunicación se ubican en el espacio público: entre ambos espacios se produce una delgada línea divisoria que, a veces, es traspasada por unos y otras, provocando una alteración de las normas básicas de convivencia en una democracia.
Para el caso, profesar una u otra religión o ninguna es un derecho garantizado por la Constitución de la República y este no se altera con la militancia en uno u otro partido político o en ninguno, de la misma manera que el derecho igualmente garantizado en la Constitución de la República de simpatizar, militar o dirigir un partido político no se ve afectado por la opción religiosa, cualquiera que esta sea.
Esto nos lleva a encontrar el sentido de que UN ESTADO DEBE SER LAICO O NO CONFESIONAL, porque el Estado que es permanente y, por supuesto, los gobiernos que son transitorios, están obligados a garantizar la existencia de todas las religiones y proteger el derecho religioso de cada uno de los ciudadanos sin inclinarse a una u otra iglesia, ni favorecer a la de su simpatía con canonjías (privilegios, beneficios y ventajas económicas) que afecten a las demás.
Esto obliga a revisar la inconstitucionalidad de iniciar sesiones, reuniones o actos públicos con invocaciones a Dios, las cuales suelen hacerse, generalmente por el líder religioso con el cual simpatizan los presidentes de poderes del Estado, ministros, alcaldes, profesores de cualquier nivel educativo; y ya no digamos permitir que líderes de una u otra iglesia entren al espacio público de cualquier institución del Estado a realizar actos, cánticos o plegarias, porque con ello se altera la necesaria distancia entre el Estado y cualquier religión, y porque esa práctica viola el derecho de los demás a tener opciones religiosas diferentes, o ninguna.
Una situación similar se produce en los MEDIOS DE COMUNICACIÓN (dueños, directores, reporteros, camarógrafos, fotógrafos): todos ellos tienen derecho a optar por una u otra religión, o ninguna; por uno u otro partido político, o ninguno; pero esas son opciones que pertenecen estrictamente al ámbito privado.
Su función de servicio a la ciudadanía les obliga a respetar el derecho político y religioso de todos y cada uno de los usuarios de medios, obligación que compete también a los líderes religiosos. Si un medio de comunicación en cualquiera de sus integrantes revela, de forma explícita o implícita, sus preferencias políticas o religiosas en el manejo de la información, el sesgo en las entrevistas o la forma en que se introduce su opinión para influir en la opinión de los usuarios, este medio está alterando sus funciones y se va convirtiendo en un operador político o religioso al servicio de intereses particulares y no de los intereses generales de la sociedad.
Pregonan el balance informativo que se convierte en una broma al analizar la clara intencionalidad política y se ven obligados a presentar una especie de disculpa cínica señalando que su compromiso es “con la verdad, el trabajo prudente, serio, responsable independiente y en favor del pueblo”.
La relación entre medios de comunicación, iglesias y política se ha visto alterada por tres fenómenos políticos acontecidos en nuestro país en los últimos dieciséis años: el GOLPE DE ESTADO DE 2009 que evidenció una grave crisis del sistema político; los DOCE AÑOS DE GOBIERNO DEL PARTIDO NACIONAL, impregnados de corrupción y narcotráfico elevados al máximo nivel; y los TRES AÑOS Y MEDIO DEL ACTUAL GOBIERNO, con la llegada al poder de un nuevo partido político, Libertad y Refundación, con todo lo que ello implica.

En los tres se han intensificado NUEVE FENÓMENOS QUE HAN CRISPADO A LA SOCIEDAD HONDUREÑA y alterado sustancialmente el papel de los medios de comunicación y de las iglesias en la vida política y social. Veamos:
1. POLARIZACIÓN política, ideológica y social, y retroceso discursivo de los medios e iglesias al discurso de la guerra fría, ambos en acelerado proceso de involución.
2. Peligroso ALINEAMIENTO de los medios de comunicación y los líderes religiosos como operadores políticos e ideológicos de los partidos políticos tradicionales.
3. INTROMISIÓN acelerada de las jerarquías religiosas en asuntos políticos que no son de su competencia.
4. Relación centrada en las CANONJÍAS (privilegios, beneficios y ventajas económicas) entre medios de comunicación, iglesias y política
5. ALINEAMIENTO descarado de las dos instituciones (medios e iglesias) con los intereses de los grandes empresarios.
6. Acelerado DETERIORO de los valores democráticos (pluralismo, tolerancia, respeto a las diferencias) y su sustitución por la vulgaridad, el descaro, la descalificación y el oportunismo.
7. Grave deterioro de la auténtica función de CONTRAPESO (vigilancia sobre el poder político) de los medios de comunicación: hace tiempo dejaron de ser independientes y objetivos, afectando el derecho ciudadano a recibir información veraz para formar sus propias conclusiones sin manipulación del medio.
8. Desaparición de la IMAGEN de los medios de comunicación como los grandes defensores de los intereses de la sociedad, de la democracia y de la libertad de expresión: esas fueron glorias pasadas que ya no se ven en nuestro país.
9. VALORAR Y RECONOCER las fisuras o fracturas existentes en los medios de comunicación y jerarquías religiosas las cuales, desafortunadamente, son la excepción y no la regla.
Se resisten a saltarse los límites e intentan preservar sus espacios libres de la contaminación político-partidaria.
En la actual coyuntura los medios de comunicación y las iglesias asumen con mucha visibilidad su papel de OPERADORES POLÍTICOS E IDEOLÓGICOS manipulados y manipuladores: se autoproclaman defensores de la democracia, denuncian que la libertad de expresión está bajo acecho y se centran en denunciar las intenciones o excesos del gobierno, siguiendo manuales simplistas y obsoletos, sin terminar de asumir que las amenazas iguales o peores vienen de sus propios espacios, de la oposición política, cada vez más desesperada y zafia, de la cúpula empresarial que se resiste a reducir las canonjías que recibieron durante décadas, en particular del expresidente Juan Orlando Hernández que llevó al partido Nacional al envilecimiento extremo y arrastró al partido Liberal como socio y cómplice; de energúmenos que intentan socavar a las Fuerzas Armadas agitando a los gorilas que todavía están ahí; de los intelectuales orgánicos de la ultra derecha rancia y anquilosada, ignorante y provinciana, de pocas luces y menor alcance; de políticos fanáticos, lunáticos, casi iletrados o zombis en potencia que cuando hablan parece que las ideas se les subieron a la cabeza.
¿Y los líderes de las iglesias evangélicas y de la Conferencia Episcopal?: triste papel y lamentable iniciativa de anunciar una marcha a todas luces política, impregnada de vicios e intereses que no tienen nada que ver con la fe: líderes católicos uniendo brazos y abrazos con lo peor de las iglesias evangélicas; a los pastores que aplaudieron y compartieron con el más grande corrupto y narcotraficante de la historia de nuestro pobre país; a los que lograron construir mansiones con muros gigantescos, esculturas italianas, helicópteros privados, chef particulares, buenos cortes y exóticas bebidas proporcionadas por políticos y empresarios que saben muy bien cómo se compra un buen lugar en el cielo.
Seguramente gritarán a todo pulmón: “queremos elecciones limpias”, “no al fraude”, “defendamos la democracia”, “no queremos otra Cuba, Nicaragua o Venezuela” y ellos también señalarán al gobierno en lugar de señalar a los suyos, a los que defienden, a los que les ofrecen canonjías, a los que casi santifican como las mejores opciones para gobernar el país.
Triste papel el de la Conferencia Episcopal: no termina de sacudirse la imagen nefasta del Cardenal Rodríguez, operador ideológico del partido Nacional, y se involucra en una marcha que beneficiará más a los líderes de la Confraternidad Evangélica que a los obispos conservadores que no han realizado la lectura correcta sobre los intereses en juego en esa marcha. Se necesitan líderes religiosos que llamen a la reconciliación y el diálogo entre diversos sectores, a disminuir la agresividad y violencia, a animar por soluciones a los grandes problemas del país y a clamar por el compromiso político con los pobres.
Hasta ahí el papel de las iglesias, MÁS ALLÁ LAS CONVIERTE EN OPERADORES POLÍTICOS E IDEOLÓGICOS de los sectores más conservadores del país.
Desde sus inicios y hoy más que nunca este es un gobierno bajo acecho de las fuerzas más oscurantistas y perversas del país. ES UN ACECHO DESCARADO que se convierte en ataque directo, cotidiano y desvergonzado. No lo hacen en juego limpio, hacen zancadillas, insultan, magnifican, sobredimensionan y desarrollan una estrategia de intimidación para convencer a sectores de escasa cultura política de que no se trata de una contienda entre adversarios políticos sino entre buenos y malos, en donde los malos son los del gobierno y los buenos son los que tienen este país en una situación tan lamentable. Y aquí juegan su papel los medios de comunicación y las iglesias, dado que no pudieron movilizar a los militares aunque lo intentaron.
Ante esta situación saltan las pasiones, los odios primarios, la violencia discursiva, más de un ataque directo y de repente, cierto fastidio e indignación gubernamental contra el cinismo y la provocación de parte de la oposición ultraconservadora. El gobierno se ha defendido y hasta ahora lo está haciendo bastante bien con el señalamiento de los antecedentes de un montón de pícaros disfrazados de mansas ovejas.
Pero aquí ES IMPORTANTE UN LLAMADO A LA PRUDENCIA y un recordatorio de las exigencias democráticas de respeto a la libre movilización y a la libertad de expresión en cuyas mediciones se ha manejado bastante bien el gobierno, hasta ahora.
El respeto a los que son y piensan diferente debe estar por encima de la incomodidad que produce la agresividad discursiva y también la crítica, el señalamiento, la exigencia de cuentas y el cuestionamiento de lo político como un derecho ciudadano que debe respetarse, aunque incomode al gobierno o a sus simpatizantes.
En esta línea no puedo estar de acuerdo con la colocación de pancartas con los rostros de periodistas y los medios donde trabajan señalándolos como “sicarios de la verdad”, auto adjudicándose esa iniciativa un real o supuesto Movimiento Popular Hondureño. De repente hay en esas pancartas más de algún pícaro fanatizado o estimulado por el “poderoso caballero, Don Dinero”, por las telarañas de la guerra fría o por esos odios primarios, personales o emotivos, cargados de resentimiento o complejos acentuados, pero igual hay algunas personas como Thelma Mejía, periodista profesional con quien podemos discrepar pero no merece estar al lado de más de algún pícaro que aparece ahí.
Todos ellos, aunque incomoden con sus posturas tienen derecho a trabajar en cualquier medio y a escribir o decir lo que ellos creen que es correcto. Además, señalar rostros en un ambiente polarizado, confrontado y muy propenso a la violencia, puede resultar muy contraproducente.
Mientras tanto, todos, medios de comunicación, iglesias, políticos, organizaciones, grupos y ciudadanos, debemos tener presente algunos dichos comunes que deben motivarnos a reflexionar en este momento de agitación política y convulsión social: “toda acción tiene su reacción”, “zapatero a tus zapatos”, “el que siembra vientos, cosecha tempestades”, lo cual debe servir para poner freno a la agresividad discursiva. ¡Y ESO TIENE QUE VER MENOS CON LA AUTOCENSURA QUE CON EL RESPETO A LOS QUE PIENSAN Y SON DIFERENTES!