Por Walter C. Medina
ENTREVISTA A OLGA AMPARO SÁNCHEZ
“Voces de Latinoamérica”, la sección del programa radial “Cenizas de Babilonia. Diáspora Española”, que conduce Francisco López en AM830, tuvo como invitada a Olga Amparo Sánchez, quien desde Colombia dialogó con Carolina Valencia.
Olga Sánchez es Directora de la Casa de la Mujer en Colombia, una institución que lleva cuatro décadas promoviendo los derechos de las mujeres, impulsando que éstos se cumplan, haciendo efectivos mandatos ya adquiridos -como el movimiento feminista-, y haciendo que la paz con las mujeres sea posible.Durante la entrevista Sánchez expresó la necesidad de transformar culturalmente las sociedades con el fin de concientizar respecto de la violencia machista. “El feminicidio es el último escalón de las violencias contra la mujer. Hay que asumir seriamente que nuestras sociedades necesitan transformaciones culturales que le den nuevo sentido a la construcción la subjetividad”, sostuvo.
¿Qué es y cuál es el rol de La Casa de la Mujer?
La Casa de la Mujer es una organización feminista que tiene ya cuarenta y tres años; pertenece a los primeros grupos feministas sobre finales de los años 70s, que dio el brinco a convertirse en asociación no gubernamental, con todos los debates que eso significaba. La casa tiene un trabajo en los territorios más empobrecidos y con presencia de grupos armados.
Estamos en esos territorios porque consideramos que hay una deuda pendiente con las mujeres más empobrecidas de este país, mujeres que en sus cuerpos viven la violencia privadas como las violencias del conflicto armado; y también porque consideramos que es una responsabilidad ética contra el sometimiento y la violencia a la cual somete este sistema a las mujeres.
No llegamos a los territorios pensando que sabemos más que las mueres, sino que es un diálogo de saberes, donde nosotras somos como piedras en el río para que otras mujeres pasen a las orillas de otros ríos. La Casa de la Mujer trabaja en la autonomía de las mujeres, física, reproductiva, sexual, económica, política, organizativa.
Trabajamos en tres área: generación de conocimiento, procesos de acompañamiento en desarrollo de capacidades y habilidades, en la construcción de paz, participación política, justicia climática para las mujeres en todas estas nuevas realidades que tiene nuestro planeta, porque a las mujeres en las crisis climáticas les va muy mal.
Tenemos alianzas internacionales y nacionales con otras organizaciones de mujeres y feministas. Para que las mujeres podamos avanzar en justicia social hace falta democracias mucho más fuertes, que alberguen las diferencias.
Pero en un país como el nuestro, desangrado por las guerras, nos vemos con muchas limitaciones para el avance de la justicia con las mujeres, porque es un país que no logra cerrar los ciclos de violencia.Llevamos trescientos feminicidios este año.

¿Cómo ves el tema de los feminicidios en Colombia y qué posicionamiento tenemos frente al resto de Latinoamérica?
El feminicidio no lo podemos ver desarticulado de unas prácticas patriarcales, donde se considera que la vida y el cuerpo de las mujeres son propiedad de los varones. Pero también de unas prácticas patriarcales que están muy relacionadas con la estructura política e ideológica neoliberal; como que hay vidas que merecen ser vividas y hay otras que merecen ser lloradas, que la sociedad haga un duelo por ellas.
La carencia de autonomía en las mujeres, en todos nuestros ámbitos, nuestros cuerpos son objeto del intercambio neoliberal, pero también del intercambio emocional y sexual. Lo que vemos es que hay un hilo conductor en casi todos los países; es el patriarcado ha hecho una ingeniería asociada al neoliberalismo, por ejemplo en el no reconocimiento de los derechos de las mujeres y de discursos aparentemente muy democráticos pero que en la práctica no lo son. La hipótesis como Casa que tenemos es que las violencias también han hecho una configuración; hay una resistencia de la sociedad.
El discurso va por una parte (la igualdad, la justicia para las mujeres, etc.), pero en la práctica hay una resistencia a asumir a las mujeres como sujetos de derechos. El incremento de la violencia política hacia las mujeres que defienden sus derechos es muy crítico. Esas prácticas tienen vasos comunicantes.
El feminicidio es una expresión del desprecio y el odio de los varones hacia las mujeres, y de la incapacidad que tienen en este momento de consolar como colectivo la vida de las mujeres. Las mujeres cada vez toman más conciencia y más claridad de que quieren ser sujeto de derecho y que no están dispuestos a resistirse en relaciones que las encarcelen en su autonomía.
Hay una resistencia muy grande de los varones a aceptar que la autonomía de las mujeres, el control sobre nuestras vidas. Los varones quieren continuar en relaciones de opresión y sumisión; estoy hablando como colectivo, porque por supuesto que hay excepciones. Llama la atención que en donde más sucede el feminicidio es en mujeres que han tenido que superar momentos muy complejos de empobrecimiento, que han superado situaciones de violencia.
Y esto se vincula con la incapacidad de los Estados para responder con políticas robustas a la prevención de las violencias contra las mujeres, porque el feminicidio es el último escalón de las violencias contra la mujer. Hay que asumir seriamente que nuestras sociedades necesitan transformaciones culturales que le den nuevo sentido a la construcción la subjetividad, que coloque en el centro al diálogo, donde se valore la experiencia de cualquier ser humano, independientemente de cómo se auto-designe, cómo camine o qué tanto tiene.
También los procesos de transformación de las infancias es importante porque mientras esa transformación cultural no suceda vamos a seguir teniendo mujeres víctimas del desprecio de los varones para aceptar a las mujeres tal como son.
