CUANDO LA ECONOMÍA APUNTA A LA GUERRA.

Por Fernando Ortega de El Berguedá, Cataluña

El debate que Catalunya necesita

La Generalitat y la patronal impulsan el crecimiento militar en Catalunya mientras la sociedad permanece al margen del debate. ¿Qué modelo económico estamos construyendo?

La industria de defensa vive una expansión acelerada en España y en Europa. Catalunya quiere su parte y la Generalitat, junto a Foment de Treball, ha iniciado una apuesta explícita por convertir el territorio en un nodo tecnológico militar. Pero mientras el Govern presenta este giro como un simple “vector de competitividad”, surgen preguntas esenciales: ¿qué ganamos y qué perdemos? ¿Es la militarización económica compatible con un proyecto progresista? ¿Y quién decide hacia dónde se orienta nuestro modelo productivo?

España en la economía de guerra: un contexto que arrastra a todos.

España ha entrado, sin ambages, en la nueva economía de guerra europea. La guerra entre Rusia y Ucrania ha acelerado el rearme del continente, y el Gobierno central ha respondido elevando el gasto militar por encima del 2% del PIB, comprometiendo decenas de miles de millones en nuevos programas de armamento.

Este giro está transformando la estructura industrial del país.

Se abren líneas de financiación específicas, se blindan acuerdos con grandes conglomerados —Indra, Airbus, Navantia, Santa Bárbara General Dynamics, Escribano— y se impulsa un ecosistema militar con fuerte proyección exterior. En ese contexto, Catalunya no quiere quedar al margen y reclama lo que considera su “parte proporcional”.

Pero esta competencia entre territorios por atraer industria militar no es un proceso neutro: implica asumir la lógica geopolítica y económica de un sector íntimamente ligado al conflicto.

Catalunya reclama su porción en el nuevo negocio militar.

El Govern de Salvador Illa ya lo dice sin rodeos: Catalunya debe aumentar su peso en la industria militar española y europea. Traducido: más empresas, más contratos, más financiación pública, más integración en cadenas de suministro bélicas.

Hoy, Catalunya concentra entre el 10% y el 12% de la facturación estatal del sector. La estrategia impulsada por Generalitat y patronal aspira a escalar hasta el 15% o incluso el 20%. En términos económicos, significa miles de millones adicionales en actividad vinculada directa o indirectamente a la defensa.La presentación pública de esta estrategia (difundida con normalidad, casi como si se tratara de impulsar la industria agroalimentaria o las energías renovables) transmite una idea inquietante: el Govern está introduciendo a Catalunya en la economía de guerra sin abrir un debate social, sin pedagogía democrática y sin una reflexión ética mínima.

La alianza Foment–Generalitat: un eje silencioso y decisivo

Este impulso no surge de forma espontánea; responde a una convergencia de intereses entre actores muy concretos.

.-Foment de TreballLa gran patronal catalana, presidida por Josep Sánchez Llibre, ve en la industria militar una oportunidad para atraer inversiones, reforzar la base industrial y vincular Catalunya a proyectos europeos de alto valor tecnológico.

.- Govern de CatalunyaA través del Departament d’Empresa i Treball, ACCIÓ y el Departament d’Economia, el Govern ha asumido la industria militar como una pieza en su estrategia de reindustrialización. La idea: si Europa va a gastar miles de millones en defensa, Catalunya debe captarlos.

.-Empresas tecnológicas catalanasEmpresas como Tecnonaval, GTD, Cidesa o Aertec buscan posicionarse en aviónica, ciberdefensa, sensores, comunicaciones cifradas y vehículos no tripulados. No fabrican bombas, pero sí los sistemas que permiten que esas bombas sean más precisas, más letales y más integradas en conflictos contemporáneos.

El relato oficial habla de “tecnología dual”.

Es cierto, pero parcial. La frontera entre uso civil y militar es cada vez más difusa, y Catalunya está entrando en un terreno cuyo horizonte final no controla.Catalunya como nodo militar europeo: riesgos de fondoLa apuesta militar no es gratis y genera tres riesgos profundos:

1. Dependencia económicaEl dinero militar es abundante en momentos de tensión, pero extremadamente volátil. Basta con una desescalada internacional para que los proyectos se congelen. Si Catalunya orienta su tejido productivo hacia cadenas militares que no decide, puede quedar atrapada en un sector tan lucrativo como inestable.

2. Normalización social del conflictoCuando la guerra se convierte en motor económico, se difumina el debate sobre su legitimidad. El Govern ya habla de “oportunidades” sin mencionar dilemas éticos o impactos sociales. La izquierda no puede permitir que la lógica bélica se normalice hasta convertirse en un criterio de competitividad económica.

3. Desplazamiento de sectores prioritariosCada euro que se dirige al sector militar es un euro que no se invierte en industria verde, salud, movilidad sostenible, infraestructuras energéticas, cuidados o tecnologías biomédicas. Catalunya podría liderar la transición ecológica europea, pero corre el riesgo de desviar recursos hacia un sector que no genera cohesión social sino dependencia geoestratégica.

La promesa del empleo: un argumento parcialFoment y el Govern repiten una idea que funciona mediáticamente: “la industria de defensa crea empleo”.

La señal más preocupante de este viraje es el mensaje que la Generalitat ha trasladado recientemente a la industria automovilística catalana: se anima al sector a explorar vías de reconversión hacia tecnologías vinculadas a defensa, especialmente en electrónica, plataformas no tripuladas y componentes duales.

Que un sector estratégico como el de la automoción (clave para la transición verde, la movilidad eléctrica y el empleo industrial) reciba este tipo de orientación, muestra hasta qué punto el Govern está priorizando la lógica militar sobre la lógica social y ecológica.

En lugar de reforzar la transformación energética y tecnológica civil, se empuja a las empresas a alinearse con el nuevo negocio bélico europeo. «Crea empleo», pero la comparación importa.

Los sectores verde, tecnológico civil, biomédico, digital, aeronáutico no militar, de cuidados o de rehabilitación energética crean más empleo, de mayor estabilidad y con mayor retorno social.

Y, sobre todo, no dependen de la existencia de conflictos para justificar su crecimiento.

Orientar la industria catalana hacia la defensa equivale a apostar por un sector que vive del conflicto, mientras se descuidan sectores que generan bienestar estructural. ¿Seguridad? ¿Para quién y entendida cómo? La justificacio?n habitual del Govern es que “sin seguridad no hay libertad”.

Pero esta frase, en el contexto actual, funciona como una coartada para justificar la lógica militar. La seguridad real en Catalunya depende de factores mucho más próximos:empleo establevivienda asequibleenergía limpia y baratasanidad fuerteresiliencia climáticatransporte público digno.

Ninguno de estos elementos aparece en los discursos que celebran la llegada de dinero militar. Existe una disonancia evidente: se llama “seguridad” a algo que poco tiene que ver con la vida cotidiana de la ciudadanía.

Lo que realmente está en juego: el modelo de paísCatalunya está tomando una decisión estructural sin debate democrático: convertirse en un nodo de la economía de guerra europea. No es una decisión técnica. Es política y moral.

Tres preguntas deberían formar parte del debate público:

1. ¿Queremos que el bienestar del país dependa de la escalada militar europea?

2. ¿Puede la izquierda permitir que la industria de la guerra se normalice como un sector económico más?

3. ¿Qué modelo productivo queremos para 2030-2040: el de la transición ecológica o el de la militarización tecnológica?Catalunya tiene las capacidades para liderar sectores que generan vida: energía verde, biotecnología, baterías, IA ética, aeronáutica civil, economía de cuidados y movilidad sostenible.

Pero está orientando esfuerzos, incentivos y capital público hacia un sector que vive de la destrucción.Conclusión: elegir mientras aún hay tiempoLa presión de Europa empuja. La patronal presiona.

El Govern asume el discurso. Pero ninguna de estas dinámicas es inevitable.Catalunya puede negarse a que su estructura económica dependa del rearme europeo. Puede reclamar un modelo basado en bienestar, innovación civil, transición verde y cohesión social.

Puede construir un futuro que no esté subordinado al negocio de la guerra.La pregunta no es técnica. Es profundamente política:¿Queremos un país que gana cuando estalla un conflicto o un país que gana cuando vive mejor su gente?.

Catalunya debe responder ahora. Porque lo que decidamos hoy definirá el país que seremos mañana.

Sitio protegido por Google reCAPTCHA. Ver políticas de privacidad y términos de servicio.

Desarrollo Web Efemosse