Por Fernando Ortega de Berguedá, Cataluña
¿justicia o lavado de conciencia? La Asamblea General de la ONU ha aprobado a principios de diciembre cinco resoluciones contundentes que reafirman los derechos del pueblo palestino y condenan la expansión colonial israelí.
Sin embargo, la pregunta decisiva es otra: ¿significa esto un cambio real o es simplemente el intento de muchos Estados de maquillar, a última hora, su complicidad histórica antes de que la Historia los juzgue? El día en que la ONU habló con una sola voz…(o eso parece). Las cinco resoluciones aprobadas en Nueva York dibujan una escena que, sobre el papel, podría parecer un punto de inflexión.
Los textos refrendan:- la renovación del mandato de UNRWA,- la protección de los refugiados palestinos,- la defensa de sus propiedades e ingresos,- el respaldo al comité que documenta violaciones en los territorios ocupados,- y la condena explícita de los asentamientos israelíes en Jerusalén Este, Cisjordania y el Golán sirio.
Las mayorías fueron amplias, abrumadoras en algunos casos. Un mundo que durante décadas ha mirado hacia otro lado parecía levantar la mano diciendo: “Basta”. Pero basta con repasar la realidad material de los últimos años para que surja la sospecha: ¿estamos ante una verdadera rectificación moral o ante un intento de limpiar el expediente justo antes de que la historia pase factura?.
El abismo entre el voto y la conducta real
La votación moraliza, pero no transforma por sí sola. Y es aquí donde empiezan las preguntas incómodas. Muchos de los gobiernos que ahora levantan la voz en la Asamblea General: han vendido armas a Israel, han mantenido acuerdos preferenciales, han ofrecido cobertura diplomática,han bloqueado resoluciones vinculantes, han repetido durante años el mantra del “derecho a defenderse”,y han observado en silencio la destrucción de Gaza y la expansión colonial.
¿Qué vale un voto que no modifica ningún comportamiento? La ONU no es débil por diseño: es débil porque sus Estados miembros utilizan la ley internacional como un escaparate de principios, pero evitan cualquier medida que pueda costarles algo real.

La gran pregunta: ¿rectificación histórica o lavado de conciencia? En este contexto surge un interrogante que pesa mucho más que las cinco resoluciones: ¿Los Estados del mundo están cambiando de rumbo… o sólo están corrigiendo el relato para evitar quedar inscritos como cómplices en los libros de historia?.
La devastación de Gaza ha generado un coste reputacional sin precedentes. Por primera vez en décadas, la opinión pública global no sólo señala al gobierno israelí, sino a quienes lo han sostenido: potencias occidentales, países árabes aliados de Washington, democracias europeas que venden armas, gobiernos que predican derechos humanos mientras blindan acuerdos comerciales.
Es legítimo preguntarse:¿Cuántos de estos votos son un acto de justicia……y cuántos son un gesto de supervivencia moral?¿Cuántos Estados realmente están dispuestos a asumir un precio político……y cuántos han hecho un cálculo cosmético?¿Cuántos pretenden proteger al pueblo palestino……y cuántos buscan protegerse a sí mismos de las consecuencias históricas?La ONU registra votos; la historia registra comportamientos .Las herramientas existen, la voluntad noAquí está el centro del problema.
No falta legislación, ni mecanismos, ni instrumentos diplomáticos. Falta voluntad. Podrían suspender tratados preferenciales. Podrían imponer embargos de armas. Podrían sancionar a responsables de crímenes de guerra. Podrían reconocer plenamente al Estado de Palestina. Podrían dejar de bloquear a la Corte Penal Internacional. Podrían condicionar acuerdos comerciales. Podrían dejar de comprar tecnología militar israelí testada en Gaza. Pero no lo hacen.
La brecha entre la moralidad declarada y la política practicada sigue siendo un abismo que ningún discurso cierra. El papel de Estados Unidos: la impunidad como política exterior.

Existe un actor que determina casi todo: Estados Unidos. Ninguna resolución de la Asamblea General es vinculante. Las vinculantes —las del Consejo de Seguridad— chocan contra un muro: el veto estadounidense.
Washington ha convertido la impunidad israelí en un pilar de su política en Oriente Medio. Protege, bloquea, presiona, reescribe informes, diluye resoluciones, castiga a organismos que investigan violaciones.
Los países europeos pueden indignarse en público, pero no rompen con este eje político. La pregunta, entonces, es directa:¿se atreverán a decirle a Estados Unidos que su política es incompatible con el derecho internacional que dicen defender?
Porque votar en Nueva York es fácil.
Contradecir a Washington no lo es.La responsabilidad árabe: entre las palabras y la supervivencia de los regímenesLas resoluciones muestran mayorías claras entre países árabes y musulmanes.
Pero estos mismos gobiernos: coordinan seguridad con Israel, participan en acuerdos energéticos y comerciales, contienen a la población para evitar protestas,y dependen de la protección militar estadounidense.
La solidaridad verbal no se traduce en coste real. No cortan relaciones ni imponen sanciones. No usan su poder energético ni diplomático.
La causa palestina es un símbolo. Pero para muchos regímenes también es un riesgo interno que gestionan con cautela. Europa: discursos humanitarios, políticas comerciales.
La Unión Europea es el espacio donde la contradicción es más visible. Por un lado: declara que los asentamientos son ilegales, afirma defender el derecho internacional, expresa “profunda preocupación” por Gaza, promete investigar violaciones de derechos.

Por otro lado: compra tecnología israelí,integra empresas vinculadas al complejo militar israelí en programas europeos,mantiene tratados preferenciales, impulsa cooperación policial y de inteligencia,y evita cualquier sanción real.
Europa es experta en hablar como conciencia moral del mundo……mientras actúa como socio comercial del ocupante.
El fondo de la cuestión: ¿qué significa proteger a Palestina?Las resoluciones de la ONU contienen un mensaje nítido: la ocupación israelí es ilegal.
Pero reconocer la ilegalidad no protege a nadie.
La protección real exige decisiones que cuestan. Proteger a Palestina significa: cortar suministro de armas,suspender acuerdos preferenciales,perseguir judicialmente a responsables, garantizar corredores humanitarios, presionar diplomáticamente con consecuencias, proteger a los defensores de derechos humanos, y sostener económicamente a la población palestina sin condicionamientos políticos.
Nada de esto está ocurriendo a escala suficiente.
El juicio de la historia: el espejo que nadie quiere mirar. Quizá este sea el punto más importante. No se trata sólo de lo que hace Israel, se trata de lo que hace (y deja de hacer) el resto del mundo. Cuando Gaza sea reconstruida, cuando los informes forenses se publiquen, cuando los investigadores internacionales documenten masacres, nombres y responsabilidades, la historia no señalará sólo a quienes apretaron el gatillo, sino también a quienes miraron hacia otro lado mientras hablaban de paz y legalidad.
Las resoluciones aprobadas parecen un intento de adelantarse al veredicto de la memoria colectiva. Un intento de decir: “Nosotros condenamos, nosotros votamos, nosotros no fuimos parte del silencio.”Pero la historia no archiva votos: archiva comportamientos.
Conclusión: Las resoluciones importan. Pero importará más lo que pase mañana. Las cinco resoluciones son importantes, sí.
Refuerzan el derecho internacional, documentan violaciones y sostienen la legitimidad palestina. Pero la pregunta clave sigue sin respuesta:¿Habrá consecuencias?
Si no cambia la conducta de los Estados, si no se aplican sanciones, si no se detiene la venta de armas, si no se condicionan acuerdos, si no se protege a Palestina más allá del papel……entonces estas resoluciones serán sólo un espejo donde cada gobierno intenta mejorar su retrato antes de que la historia escriba el juicio final.
El mundo ha hablado en la ONU. Ahora debe decidir si quiere hablar también en la realidad.
