Por Walter C. Medina
ENTREVISTA A SARA TUFANO
Francisco López y Carolina Valencia entrevistaron a Sara Stufaro en el bloque “Voces de Latinoamérica” del programa radial “Cenizas de babilonia. Diáspora Española” que emite AM830 Radio del Pueblo.
Autora del libro “Colombia, una herida que no cierra”, Sara Tufano columnista del diario El Tiempo, Socióloga de la Universidad de Paris, Maestría en Sociología en la Universidad de Sao Paulo. Durante la entrevista, STufano habló de los conflictos armados y los procesos de paz desde una perspectiva histórica, ahondó en la participación de la mujer en la lucha armada, en el feminismo y la violencia de género.
“He sido muy crítica de las prácticas machistas en la izquierda, porque es donde me muevo. La izquierda tiene esa tendencia; los hombres con poder no quieren ser cuestionados; se les dificulta mucho entender qué es el feminismo, comprender la necesidad de que las mujeres podamos militar de manera segura en esos espacios”
¿Cuál fue la motivación para escribir “Colombia, una herida que no cierra”?
Bueno, en la introducción del libro explico a groso modo las razones que me llevaron a interesarme por el conflicto armado colombiano y los procesos de paz, y tiene que ver con mi trayectoria personal.
Es una larga historia: Yo estuve en la guerrilla de las FARC unos años durante el gobierno de Uribe, durante la seguridad democrática de Uribe. Participaba como miembro del Partido Comunista clandestino que tenían las FARC en esa época. Y a los miembros del partido, ellos querían que uno conociera la vida guerrillera. Eso me llevó a conocer el conflicto como muy pocas personas de mi origen social, clase media, conocen en Colombia.
Y sobre todo a querer entender y conocer los orígenes del conflicto y de su prolongación, y eso me llevó a regresar a la academia y empezar a hacerme esas preguntas. Y ese es el resultado de mi tesis de maestría, en donde yo empiezo a reflexionar sobre los procesos de paz, que ya ha habido varios en Colombia desde los años ‘80s.
Hice una comparación entre los principales procesos de los años ‘80s y unos años después tuve la oportunidad de publicarlo. Muy a groso modo, de ahí surge mi interés por estos temas.

¿Cómo fue la participación de las mujeres en el Acuerdo de La Habana?
Este es un tema que ha sido muy estudiado a partir de los años ‘90s. Ahí confluyen muchos intereses muy contradictorios, pero digamos que la participación de las mujeres en los movimientos revolucionarios, en movimientos anti-imperialistas y anti-coloniales, pues siempre se ha visto en la historia; en la Guerra Civil Española, por ejemplo, en la lucha anti-fascista en Italia; también en la Unión Soviética. Participación de mujeres en organizaciones revolucionarias siempre ha habido, y claramente las guerrillas latinoamericanas también.
Más o menos en el treinta por ciento de las principales guerrillas en América Central y en América Latina estuvieron compuestas por mujeres, y las FARC y EP no fueron la excepción. El vínculo entre género y paz, ese análisis de género relacionado con la guerra y los procesos de paz, surgió mucho después.
Hubo ciertas resoluciones de las Naciones Unidas que permitieron que ese tema empezara a ser abordado en los procesos de paz, y entonces claramente el proceso de paz de La Habana, durante el gobierno de Santos, del 2012 al 2016, fue pionero en ese sentido. Porque ya había una serie de resoluciones que les exigía a los gobiernos esa participación, y porque ya era un tema del que se hablaba, y las organizaciones feministas también presionaron mucho para que hubiera mujeres como negociadoras.
Y después la inclusión del enfoque de género en el acuerdo de paz. Claramente el enfoque de género es también una versión de alguna forma que busca despolitizar un poco la lucha feminista. Entonces claramente las mujeres guerrilleras durante la guerra no conocían el enfoque de género ni el feminismo.
Una se anuncia como feminista después de la guerra, lo que sucede comúnmente entre las mujeres que participan de la guerrilla. Las organizaciones de internacionales y las Naciones Unidas tratan de que el enfoque de género sea algo más apolítico posible, que no tenga nada que ver con la lucha revolucionaria. Si bien ayuda a entender la participación de las mujeres, los indicadores más básicos no se han podido cumplir con respecto al género.
Todavía hay muchas promesas incumplidas y sobre todo la sensación de que la lucha fue en vano porque salieron a la vida civil para de alguna manera regresar a la cocina, tener esas triples jornadas de cuidado y a la división sexual del trabajo que existía antes. Es una conclusión muy agridulce. Hay una falta de reconocimiento de la lucha revolucionaria, pues ese es también uno de los objetivos de la reincorporación de los excombatientes a la vida civil.
¿Cómo ha sido tu experiencia desde la política en partidos de izquierda en Colombia? ¿Cómo es ser mujeres en la política colombiana?
Mi experiencia es un poco fuera de la curva porque mi entrada en la política se dio de una manera muy particular. La política a mí me gusta, me interesa y me parece necesaria. Y en ese sentido me invitaron a ser precandidata al Senado en las pasadas elecciones en el Pacto Histórico.
Pero yo también he sido muy crítica de las prácticas machistas en la izquierda; en general, pero en la izquierda porque es donde me muevo. La izquierda tiene esa tendencia; los hombres con poder de izquierda que no quieren ser cuestionados; se les dificulta mucho entender qué es el feminismo, comprender la necesidad de que las mujeres podamos militar de manera segura en esos espacios.
En mi lucha conocí víctimas de violencia de género en esos partidos que se dicen de izquierda; acompañé a mujeres víctimas de violencia y así fue como comencé a ser vista como enemiga por la izquierda más ortodoxa. En estos días están elogiando a Petro, y con razón, por su intervención en la ONU. Y yo siempre he reconocido que ha sacado la cara y fue uno de los primeros en denunciar el genocidio en Gaza, y hay que reconocérselo y se lo reconoceré siempre.
Pero al mismo tiempo antes era una persona profundamente machista, y antes de esta última intervención había dado señales de su machismo. Y soy una de las pocas personas que lo dice. Eso me ha generado muchas enemistades, pero creo que hay que decirlo. Y en la izquierda hay que reconocer tanto lo bueno como lo malo.
Respecto a un artículo tuyo publicado en La Gaceta en el que haces referencia a la condena de Jair Bolsonaro. ¿Crees que esa condena puede ser aleccionadora para otros líderes de la derecha latinoamericana que quieran tomar el poder por la fuerza?
Claro que sí. De hecho creo que es una de las grandes consecuencias de esa condena. Lo primero era mostrarlo como un ejemplo nacional dentro de Brasil porque tiene una tradición golpista dentro de las fuerzas armadas muy arraigada, y siempre ha habido amnistía y borrón y cuenta nueva.
Claramente es una señal para el resto del mundo y América Latina. Que esos intentos golpistas tienen que ser condenados. Unos días antes de que Trump elogiara a Lula en la ONU tomó medidas drásticas contra Brasil tratando de presionar al Supremo Tribunal Federal para que no condenara a Bolsonaro.
Lo que muestra esto es que la justicia en Brasil es mucho más sólida que en otras pates del mundo. Uno de los objetivos es que sea un ejemplo dentro de Brasil y para el resto de América Latina y el mundo.
