Las calles del Perú reflejan estos días de movilización pacífica y popular la máxima ya muy difundida de que “Solo el Pueblo salva al Pueblo”. Los partidos tradicionales y de nuevo cuño, la oposición sindical y los liderazgos de los y las dirigentes de la izquierda peruana han perdido la capacidad de tomar las iniciativas necesarias para salir de un estado generalizado de hartura hacia la clase política y dirigente del país.
Las encuestas de opinión marcan la temperatura del ambiente social del país del Sol y, al margen del nefasto Cambio Climático, los indicadores muestran que la cosa está que arde. Mientras tanto las élites y la derechona criolla, rancia, clasista y rentista mantienen su apuesta por la vía golpista parlamentaria, la que han venido urdiendo punto a punto hasta la última escenificación del 7 de diciembre, tras dos intentos fracasados de vacancia y un continuado proceso de bloqueo, deslegitimación y desestabilización del gobierno de Pedro Castillo.
En América Latina los vientos del Cambio de los últimos procesos y triunfos electorales populares de las izquierdas, han destapado las esencias golpistas de una Clase dominante que en otros tiempos recurría al intervencionismo clásico y sangriento de los Estados Unidos y ahora, por cosas del azar de la geopolítica y la entrada de China y Rúsia en el reparto regional de influencias, deben recurrir a las estrategias golpistas patrióticas, eso sí, bien conectadas a las tramas de la ultraderecha cuyos dirigentes se dejan fotografiar con Steve Bannon, el poderoso enviado especial de Trump.
Hay una cuerda invisible que enlaza la persecución judicial, mediática e intento de magnicidio contra Cristina Kitchner en Argentina, los intentos de restaurar un clima de violencia en Bolivia, el golpe y represión en las calles del Perú y el reestreno de “Asalto al Parlamento II” de Bolsonaro y sus zombis fanatizados.
A las clases privilegiadas no les ha sentado nada bien la digestión del resultado electoral en las cinco economías más fuertes de América Latina (México, Argentina, Brasil, Colombia y Chile), todas ellas queriendo reformar o transformar, que de todo hay como en botica, el sistema económico injusto y los Estados corruptos al servicio de unas minorías siempre voraces.
En el torbellino de la Historia, que funciona de forma circular más bien en espiral, lo que no avanza, retrocede y cada “acción” sufre un periodo posterior de “reacción”; y así, pasito a pasito, o a grandes saltos en época de revoluciones, la Humanidad avanza o se encamina al precipicio. De todas nosotras y nosotros es la elección, claro.
En estos últimos tiempos en donde se propaga mediáticamente la cultura de la difamación, e incluso los ataques físicos a quienes defienden las conquistas en Derechos y Libertades políticas y sociales, colectivas o individuales, ya se llamen Pablo Iglesias, Irene Montero, Lula da Silva, Evo Morales, Gustavo Petro o tutti quanti, los sectores ultramontanos no cesan en la creación de tramas entretejidas por Fundaciones que financien la llamada “batalla cultural” contra el progresismo, el feminismo y la conciencia ecológica, así como nuevas televisiones y medios de intoxicación mediática que permitan un baño de credibilidad a los golpes del Lawfare judicial, aprovechando la afinidad mayoritaria del partido de las Togas y los birretes.
De esta forma se pasean y aparecen en cónclaves de partidarios y empresarios con afán inversor a medio plazo, personajes como Uribe, quien recientemente hemos tenido de visita en mi ciudad, Valencia, en donde ha tenido la infamia o insolencia de proclamar sin rubor, en referencia a los graves hechos en Brasilia, un “para defender la democracia hay que acatarla o se pierde legitimidad”. Algún periodista se ha dejado llevar por el subconsciente y le ha metido “atacarla” en vez de “acatarla”, dada la forma de entender por parte de Uribe esa democracia en Colombia con la que ha arrasado el país tras veinte años de gobiernos precisamente uribistas.
Las tramas ultras, que actualmente conspiran para hacer caer gobiernos legítimos progresistas en toda América Latina, estrechan ahora acuerdos con sectores directamente fascistas de las Fuerzas Armadas de dichos países ( en Colombia, Brasil y España especialmente), además de pasar la gorra para financiar sus próximas campañas electorales, las que tocan y las que se provoquen con la ruptura del proceso institucional, como ahora en Perú.
El discurso que les venden a estos ambiciosos y retrógrados empresarios y a alguna que otra sucursal de multinacionales, es que, con la recuperación del gobierno de España en una Santa Alianza Apostólica y Anticomunista (vamos, una reedición ibérica 4.0. de la Triple A argentina de los años 70), sus negocios volverán a crecer viento en popa bajo la impunidad del Nuevo Orden político estatal y ellos recuperarán su proyecto imperial heredado del franquismo en forma de “Iberosfera”, con una cultura y religión uniformadas y un mando único en plaza, como ordena la mentalidad cuartelera de la fachosfera hispana.
Para hacer frente a tanta conspiración y a los delirios de las élites que ansían la prolongación ‘ad eternum’ de sus privilegios fruto del saqueo actual o de las herencias de viejas Conquistas de sus ancestros, diversos analistas de la izquierda, reclaman la necesaria, sino imprescindible, unidad de las distintas familias de la izquierda y del llamado “campo progresista”.
En concreto en nuestra España, origen de tantas emigraciones y exilios forzados, todavía afectando a las generaciones mejor preparadas de la historia, se acercan las citas electorales del 2023 que recorrerán el corazón de la mayoría de instituciones representativas de la voluntad popular de sus ciudadanos (ayuntamientos, mayoría de Comunidades Autónomas, diputaciones, cabildos y finalmente el Parlamento nacional).
Ante las divergencias sobre las opciones de Coalición y el peso de cada formación política a la izquierda del PSOE y el evidente provecho político y mediático que el PP y VOX están sacando del embrollo de declaraciones, desaires y posiciones intransigentes de nuestros afamados y afamadas dirigentes, ya hay acertados articulistas que, como el diputado de Unidas Podemos en el parlamento madrileño, Agustín Moreno, recomiendan rebajar la tensión, partir de lo esencial -el Programa común por la transformación del país- y cuidar la unidad, cuyo desquebrajamiento como si de un jarrón chino se tratara, no permite la recomposición requerida del conjunto de la pieza, que sale electoralmente muy maltrecha del maltrato y del furor de las batallas.
Por todo ello, querida audiencia, ante el panorama descrito no tenemos otra que manifestar con fuerza y esperanza: “Unidas Podemos Sumar Más”, quizás el eslógan de la próxima Campaña de las izquierdas en España, ¡quien sabe!
Miguel Ángel Ferris, Redacción de la revista TU VOZ y Columnista de Radio Argentina AM-570 , París.