Por Fernando Ortega, el Berguedá, Catalunya , Redacción Revista TU VOZ.
50 años del secuestro del Sáhara Occidental
El 6 de noviembre de 2025, se cumplen cincuenta años del secuestro de un pueblo, cincuenta años desde que España abandonó su responsabilidad como potencia administradora y permitió que la Marcha Verde abriera la puerta a la ocupación marroquí.
Medio siglo de exilio, de muros de arena y alambradas, de campamentos en el desierto, de silencio cómplice. Medio siglo de un genocidio lento y sistemático contra un pueblo que solo reclama su derecho a existir.
La ONU reconoció el derecho del pueblo saharaui a la autodeterminación, un derecho que medio siglo después sigue secuestrado, violado una y otra vez por la impunidad del ocupante y la indiferencia de la comunidad internacional.
Y sin embargo, los saharauis resisten. Resisten en los territorios ocupados, donde cada gesto de dignidad se paga con cárcel, tortura o desaparición. Resisten en los campamentos de Tinduf, donde cada generación educa a la siguiente en la memoria de su tierra. Resisten en el frente diplomático, donde el Frente Polisario mantiene en alto la bandera de la autodeterminación. Resisten porque no han renunciado ni un solo día a ser lo que son: un pueblo libre.
Pero junto a este homenaje, no cabe olvidar la denuncia:España, que abandonó a su antigua colonia en el momento decisivo, entregando a su pueblo al verdugo.Marruecos, que convirtió la ocupación en un régimen de violencia y exterminio: desapariciones forzadas, presos políticos, expolio de recursos, represión diaria contra quienes levantan la voz.
Todo esto no es solo represión: encaja en la definición de genocidio cultural y político, porque busca borrar la identidad, la memoria y hasta la esperanza de un pueblo.
El resto del mundo, que calla y otorga, que firma acuerdos comerciales ilegítimos, que se arrodilla ante el chantaje migratorio y que, con indignidad absoluta, recibe con honores de Estado al rey de Marruecos, un genocida que debería estar sentado en el banquillo de los acusados.
Mientras los indignos estados del mundo agasajan al monarca ocupante, el pueblo saharaui se viste de dignidad cada día, levantando con lo poco que tiene la bandera de su libertad.Todo esto ocurre bajo un silencio atronador, que también es una forma de violencia.
Callar ante la injusticia es sostenerla. Mirar hacia otro lado es ser cómplice del verdugo.Y sin embargo, el Sáhara existe y resiste.Resiste en cada familia de los campamentos que convierte la nada en dignidad.
Resiste en medio de un paisaje árido, donde solo el viento parece moverse, mujeres refugiadas saharauis que hacen lo imposible: cultivar vida.Resiste en cada joven que levanta su voz en El Aaiún ocupado, aun sabiendo que puede desaparecer al día siguiente.Resiste en cada anciana que sueña con morir en la tierra de sus padres.
Por eso, este texto es también un mensaje de esperanza y solidaridad.A vosotros, hermanas y hermanos saharauis: no estáis solos. Vuestra causa es la causa de todas las personas que creemos en la justicia y en la libertad.
Vuestra resistencia inspira porque demuestra que ningún muro ni ocupación puede borrar la memoria de un pueblo.La historia nos ha enseñado que ningún imperio, por poderoso que parezca, ha podido sostener eternamente una injusticia.
También llegará la hora del Sáhara, porque los pueblos que resisten, vencen.Los gobiernos podrán callar, podrán seguir recibiendo con alfombra roja al verdugo, pero mientras haya una voz que denuncie y una mano que se tienda, vuestra lucha seguirá viva.
Y llegará el día en que la palabra Sáhara ya no signifique exilio y dolor, sino victoria y regreso.
